
El terrorista fue muerto en el norte de Siria, próximo a la frontera con Turquía, país que en su momento ha protegido al Isis. Una historia poco conocida.
Washington ha acostumbrado al mundo a sus versiones. Y hay que creerle, no porque todo lo que dice sea cierto, sino porque su poder no deja alternativas. Más todavía cuando el inquilino de la Casa Blanca es un temperamental como Donald Trump y contradecirlo puede significar exponerse a represalias comerciales. Así que ahora han matado al líder del Isis, Al Baghdadi. Se repite un patrón: los líderes terroristas nunca son capturados vivos. Lo importante es darle una rápida sepultura, como el “funeral islámico” del fallecido jefe de Al Qaeda, Osama Bin Laden.
Así que en momentos en que las noticias son confusas y poco claras, Trump puede explicar con lujos de detalles la muerte de Al Baghdadi como un cobarde, lloriqueando y haciéndose estallar con tres hijos. Conviene creerle. En realidad, puede ser perfectamente una parte de la versión de los hechos, en una región donde todos salen ganando de la eliminación de una figura incómoda. Trump puede mostrar por fin un éxito al mejor estilo hollywoodense (es de esperarse que pronto tendremos una película de acción sobre el episodio) y eso le puede dar algún punto más en los sondeos. El líder turco también elimina una presencia incómoda que ya no le sirve, Assad y Putin se benefician del debilitamiento de un grupo armado presente en la región de Idlib, pudiendo avanzar en la eliminación de ese bolsón.
¿Es todo lo que se necesitaba saber al respecto? No. Al Baghdadi cayó en manos de las fuerzas de Estados Unidos en abril de 2004, en la ciudad iraquí de Falluja. Estuvo en los campos de detención norteamericanos de Camp Bucca y Camp Edder de donde fue liberado en diciembre del mismo año. Hay versiones encontradas al respecto. Había sido considerado un preso sin mayor importancia, pero el coronel Kenneth King, entre los oficiales al mando de Camp Bucca, lo consideraba uno de los jefes yihadistas y se asombró por su liberación. En 2013 se transformó en califa del autoproclamado Estado Islámico del Levante.
Por otra parte, quien explica las razones de la presencia de Al Baghdadi en la frontera norte de Siria con Turquía, es el “embajador” del Isis Abu Mansour al Maghrabi, un marroquí que llegó a Siria en 2013, vía Turquía. Hasta ese momento, el gobierno de Erdogan se prestó para que su país fuera punto de ingreso de miles de milicianos que iban a luchar en esta guerra por procura.
Alberto Negri, periodista que ha seguido como corresponsal de guerra el conflicto sirio, cita lo relatado por Mansour: “Mi tarea era recibir a los combatientes extranjeros en Turquía y monitorear la frontera turco-siria. Había acuerdos entre el Isis y los servicios de inteligencia turcos. Me reunía directamente con los servicios de inteligencia turcos y también con oficiales de las fuerzas armadas… sus agentes también estaban con nosotros en el califato”.
El hecho que el Isis controlara el norte de Siria era funcional a la política anti-kurda de Erdogan, quien soñaba anexar a su país esa región, incluyendo Alepo. “Turquía protegía nuestras espaldas a lo largo de 300 km, podíamos contar con una vía abierta para atender a los heridos y para el abastecimiento. Vendíamos el petróleo en Turquía y, en menor medida, al mismo gobierno sirio”, recuerda Mansour. Al Baghdadi era por tanto funcional a Erdogan que hoy ya cuenta con milicias filo turcas, que colaboran en la tarea de la limpieza étnica de los kurdos de la zona y, además, controla con el noreste, habiendo podido desplazar a los kurdos de la franja de seguridad obtenida con el visto bueno de Trump y la aceptación realista de Vladimir Putin. La eliminación de Al Baghdadi es posiblemente un favor que Erodgan le hace a Trump y que será premiado aflojando sanciones. Las bambalinas de este teatro de guerra son más sucias que el propio conflicto armado.