Tras las huellas de Chiara.
Hemos tomado para este número de la revista parte de una reflexión de Chiara del libro Juntos en camino. Aquí recalca nuevamente la importancia de la vida de la Palabra.
Frente a cualquier vicisitud que puede golpear nuestra existencia y a las preguntas lógicas que surgen de la profundidad de nuestra alma, quizá confundida o titubeante: ¿qué quieres, Dios, de mí?; ¿dónde estás, Dios?, he perdido tus huellas; Chiara nos propone dos verbos: creer y corresponder.
Sabemos que un leitmotiv que determina el nacimiento de un nuevo carisma es el deseo de Chiara y sus primeras compañeras. Cuando murieran, ellas querían ser enterradas en una sola tumba y que en su lápida estuviera escrito: “Nosotras hemos creído en el Amor”. Pero para Chiara no basta con creer en el Amor. Es necesario corresponder. Es decir, aceptar, acoger esa determinada situación, porque en ese acto de acogida irrumpe una nueva relación de amor con Dios que nos fortalece.
Si amamos a Dios, la vida, nuestra vida, con todas sus vicisitudes, es una divina aventura en la cual no hay un momento en que uno deje de sorprenderse por algo nuevo: una divina aventura llena de tesoros por descubrir, con los cuales enriquecernos de numerosas piedrecitas que van componiendo el mosaico de nuestra santidad.
La Palabra dice: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom 8, 28). Todo contribuye al bien, para quienes aman a Dios. Todo. Porque nada –tenemos que creerlo– sucede por casualidad. Ningún acontecimiento alegre, indiferente o doloroso, ningún encuentro, ninguna situación familiar, de trabajo, de estudio, ninguna condición de salud física o moral deja de tener sentido. Todo, cada cosa (acontecimientos, situaciones, personas) es portadora de un mensaje de parte de Dios que tenemos que saber leer y recibir con todo el corazón.
Todo contribuye al bien para quienes aman a Dios. Porque Él tiene un designio de amor para cada uno de nosotros; ¡nos ama personalmente!, y si creemos en ese amor y correspondemos con el nuestro -esta es la condición- Dios conduce cada cosa hacia el cumplimiento de ese designio (1).
1. Lubich, Ch. (1998). Juntos en camino. Buenos Aires: Ciudad Nueva, pp. 28-29.
Artículo publicado en la edición Nº 621 de la revista Ciudad Nueva.