Instagram, la aplicación que en diez años se convirtió en la vidriera universal. Selfies, ocio, bellas (e infinitas) imágenes (nuestras), y miles de historias al alcance del pulgar.
Es probable que el origen de este escaparate de fotos donde publicamos instantáneas por doquier, haya surgido de la conjunción de dos elementos poderosos y veloces: las máquinas Polaroid y el vértigo tuitero.
Mike Kreiger (São Paulo, 4.3.1986), y Kevin Systrom (Massachusetts, 30.12.1983), los fundadores de Instagram, compartían el gusto por la fotografía. Ambos se conocieron en la universidad de Stanford. Kevin coleccionaba viejas Polaroids y fue becario en Twitter. Sacudió estos elementos en el cubilete, y al tirar los dados sobre el tapete, ideó hacer un “Twitter de fotos”. Pero no imágenes cualesquiera, sino permitiendo agregarles un toque de belleza, de allí la posibilidad de aplicarles filtros diversos.
Si a esto le unimos la velocidad para difundirlas, ya que las Polaroid revelaban las fotos velozmente, encontramos la génesis de Insta(ntáneas con la velocidad de un tele)gram(a), aplicación que nació formalmente el miércoles 6 de octubre de 2010.
Su fenomenal atractivo “es el doble sistema de recompensas: nos hace sentir buenos fotógrafos y nos da la impresión de que todo lo que hacemos gusta a los demás. Ahí radica gran parte de su poder adictivo”, según Jason Hreha, licenciado en Tecnología persuasiva por Stanford.
En 2014, la National Portrait Gallery de Londres organizó la muestra “The curated ego: what makes a good selfie”. En aquella ocasión, el panelista James Kilner afirmó: “tenemos una representación pobre de cómo nos vemos, esto no es nuevo. Lo sorprendente es que la gente elige sistemáticamente imágenes que han sido alteradas digitalmente para hacer que la persona parezca más atractiva. En otras palabras, tenemos una imagen de nosotros mismos que tiende a ser más joven y atractiva de lo que realmente somos. Esto podría explicar en parte nuestra obsesión por las selfies. Por primera vez, podemos tomar y volver a tomar fotografías de nosotros mismos hasta que podamos producir una imagen que se acerque más a nuestra percepción de cómo pensamos que nos vemos.”
En definitiva, mostramos una ficción de nosotros mismos. No importa el sabor de la comida, sino la belleza del plato en la foto. Interesa publicar imágenes que despierten la sensación de felicidad. Instagram emana belleza, armonía. El enojo se canaliza por redes más cloacales como Facebook o Twitter, donde las moneda de cambio son la descalificación, el grito o el enojo.
La pandemia hizo que infinidad de personas que tienen saberes o servicios concretos para ofrecer al resto de la comunidad, usara esta herramienta como un medio de comunicación y divulgación de su actividad y como canal de ventas. Es un espacio de apoyo para comercios, entrenadores, gestores culturales y artistas en general.
Argentina es una nación instagramera, el hashtag #EnCasa estuvo entre los preferidos durante el ASPyO y fue unos de los cinco países del mundo donde más se utilizó.
En estos coronatiempos, donde la necesidad de comunicarse y vincularse es mas necesaria, Instagram ofrece un rollo de fotos o historias instagrameras, con videos de transmisiones en vivo. Si hasta nos cambió la forma de ver imágenes y videos, llevándonos a mirar la vida en formato vertical, contraviniendo la lógica de las pantallas 16:9 o 4:3.
De todos modos, lo interesante no es el medio, sino el contenido. Seamos consistentes, así en la vida como en la web. Soplamos las velitas, y brindamos por una mayor veracidad en imágenes e historias instagrameras.
Fuentes: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/la-vida-es-bella-y-mejor-si-se-la-muestra-en-instagram-nid2461149
https://es.wikipedia.org/wiki/Mike_Krieger
https://es.wikipedia.org/wiki/Kevin_Systrom
https://www.youtube.com/watch?v=HPEjV-9BB5g
https://www.bbc.com/news/blogs-magazine-monitor-25763704