La cultura del cuidado

La cultura del cuidado

Editorial de la revista Ciudad Nueva del mes de septiembre.

Desde que la amenaza del covid-19 llegó a nuestras vidas hubo un término que, con sus diferentes derivados, se ha repetido y se sigue repitiendo incansablemente: cuidado. En distintos ámbitos, esta palabra fue creciendo con una connotación vinculada con un entendible peligro, temor y miedo de contagiarnos de un virus que, desde diciembre de 2019, se ha llevado la vida de alrededor de 800 mil personas en todo el mundo. Una cifra que sin dudas genera escalofrío de solo leerla.

Claro que el miedo no es un buen consejero, como reza el dicho popular. Cuando esta emoción nos paraliza, nos provoca un encierro hacia nosotros mismos que no nos permite mirar más allá y esa valorable acción de cuidarnos se convierte en un cuidado “del otro”, que se ha transformado en una amenaza para mi salud, más que un cuidado “al otro”, a quien tengo la posibilidad de proteger, custodiar, preservar.

Para comprender el mejor significado sobre el cuidado vale volver a la esencia de la Encíclica Laudato Si’, en la que cada párrafo nos invita de manera integral a la doble acción de cuidar y cultivar nuestra relación con el mundo.

“Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en ‘los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad’” (p. 5). “… el ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente. Como ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado” (p. 58). “El descuido en el empeño de cultivar y mantener una relación adecuada con el vecino, hacia el cual tengo el deber del cuidado y de la custodia, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con Dios y con la tierra. […] todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (p. 70). “El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no solo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a ‘las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas’” (p. 231).

Estos son solo extractos que nos orientan y nos permiten comprender que nuestro cuidado y nuestra oportunidad de generar una nueva cultura (cultivar) son multidimensionales.

Por eso, a través de esta edición buscamos poner en luz diferentes aspectos de este cuidado necesario e imprescindible en estos tiempos de pandemia. La dignidad y los derechos humanos, el mundo del trabajo y la economía, aspectos que estaban en crisis y que se vieron potenciados por la situación mundial que atravesamos; como también el vínculo interpersonal, iniciativas que transmiten el trabajo por equilibrar las desigualdades poblacionales, testimonios de personas que están al servicio de quienes más sufren, acciones que hablan de una vocación de cuidado hacia el otro intrínseca en la especie humana.

Los empeños comunitarios, las acciones conjuntas, el trabajo en equipo ayudan a superar los miedos que atravesamos como humanidad: es juntos o no será. No nos detengamos y paralicemos ante la amenaza. Atrevámonos a cuidar a quien tenemos cerca. Atrevámonos a amar, que el amor es creativo y nos mostrará la mejor manera de hacerlo.

Artículo publicado en la edición Nº 623 de la revista Ciudad Nueva.

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