La crisis en Brasil

La crisis en Brasil

Consecuencias para la Argentina y una reflexión para el conjunto de las economías.

El impacto que ha tenido la crisis de gobernabilidad en Brasil sobre la economía Argentina ha dejado varias aristas para analizar, en cuanto a sus consecuencias inmediatas, y las esperadas de aquí al futuro, pero por sobre todo nos vuelve a recordar el estrecho vínculo entre las instituciones y la economía, una lección que parecemos olvidar con facilidad pero que resulta fundamental.

Consecuencias Inmediatas

Distinguir la rapidez con los que los mercados procesan la información y se ajustan es distinguir en el lado financiero de la economía y el lado real. Los mercados financieros se caracterizan justamente por internalizar la información disponible rápidamente generando un ajuste en sintonía, y muchas veces, por esto mismo sobrerreaccionando. El sacudón en Brasil tras el supuesto audio por pagos de coimas, no fue la excepción, y el dólar subió 60 centavos el día después del escándalo y este lunes volvió a trepar alcanzando su máximo histórico debido a la dolarización de las carteras de inversión por parte de los inversores que perciben mayores riesgos. A esto hay que sumarle la caída de las acciones de Petrobras, y la caída general en la bolsa brasileña. ¿Las consecuencias? Importantes aunque silenciosas. Esta subida marcada de la divisa parece ponerle fin o al menos mermar cuantiosamente las ganancias que estaban obteniendo los inversores quienes se beneficiaban de las altas tasas ofrecidas por los títulos argentinos. Es que esta depreciación del tipo de cambio licua las ganancias por la diferencia entre tasas de interés, al momento de reconvertir los pesos a dólares. Para el futuro cercano nos queda la pregunta de cómo el gobierno irá a manejar esta suba inesperada, intentando orquestar el coctel de tasas altas, inflación, atraso cambiario y un endeudamiento creciente, un coctel que puede volverse ciertamente peligroso.

Consecuencias esperables

Del otro lado está el temor sobre las consecuencias reales, particularmente sobre el comercio exterior con el país vecino y por lo tanto sobre la reactivación de la actividad industrial y el repunte de la economía argentina, que parecía comenzar a mostrar tibias respuestas. Y es que la preocupación es bien fundada ya que Brasil es el principal socio comercial. En 2014 del total de exportaciones argentinas, el 21% correspondía al país vecino, cifra que ha venido disminuyendo como consecuencia de la recesión brasileña y que para el primer trimestre de 2017 representa un 16%. Frente a esta tendencia, el sector industrial esperaba para este año cierto repunte de la economía brasileña que ahora parece menos probable. Además si desagregamos los valores de las exportaciones por tipo de producto encontraremos a sectores sensibles para nuestra economía, los cuales venían sufriendo fuertes caídas en sus volúmenes de actividad, tal es el caso del sector automotriz. El conflicto desatado en Brasil recién esta comenzado por lo que una de las mayores incertidumbres es justamente qué tan lejos puede llegar y hasta dónde puede afectar a las empresas y la economía brasileña. Las decisiones que deban tomar los empresarios hoy dependen fuertemente de cómo el futuro afecte en la demanda y la rentabilidad de la empresa, es decir de los beneficios esperados y en este sentido el panorama no parece ser muy alentador. Lo cierto es que la incertidumbre es enemiga de las inversiones genuinas, de los aumentos de producción, de la contratación de mano de obra y de las apuestas económicas en general, y por ende de la reactivación agregada.

El punto fundamental

Más allá de las consecuencias que podamos vislumbrar y conjeturar el acontecimiento de Brasil nos devuelve a un punto fundamental, la relación intrínseca entre las instituciones y el desenvolvimiento económico. Este punto planteado por diversos autores de la disciplina económica que han profundizado el tema nos lleva a comprender que no podemos esperar reactivación, crecimiento económico, ni mucho menos un desarrollo económico sin pensar al mismo tiempo en la estabilidad y previsibilidad de las instituciones que subyacen las economías. En este sentido la gobernabilidad, la credibilidad y transparencia de las políticas públicas resulta una condición necesaria para el desarrollo de los piases. Y este es justamente un desafío compartido entre las naciones latinoamericanas, algunas de las cuales ven sus estados fuertemente convulsionados y sus economías en situación de “stand by” o de crisis. Tal el caso de Brasil, Venezuela y Argentina en las que las denuncias por corrupción, la discrecionalidad y el desmanejo de las asuntos públicos cooptados por intereses privados, parece ponerle freno a su reactivación económica. En este punto la teoría de la inconsistencia intertemporal en economía es clara al señalar que: los gobiernos discrecionales, que se desdicen, rompen los acuerdos o que fomentan políticas poco estables pagan con su credibilidad, y por ende generan un clima de incertidumbre entre los inversores y empresarios quienes se vuelcan hacia otros mercados donde el riesgo que perciben es menor y la certidumbre permite pensar a largo plazo.

Pero la implicancia de todo esto es mucho mayor ya que plantea que la economía, o mejor dicho los sistemas económicos, no son un ente aislado ni desprendido del hombre, de su comportamiento y sus prácticas. Esa visión, acotada, que muchas veces se busca trasmitir de los mercados como entes autónomos y autorregulados con sus propias reglas resulta poco creíble a la luz de los hechos. Más bien parece ser que la economía si bien posee sus principios fundamentales, está mediada y atravesada por las reglas implícitas y explicitas, es decir las instituciones de la sociedad en la que el hombre se desenvuelve. Y si bien en estas instituciones el estado y su actuar son un actor fundamental, lo transciende, involucrando al conjunto de la sociedad. En este sentido, por ejemplo, las prácticas de corrupción que golpean a Brasil, o el escándalo de la constructora Odebrecht que salpica a varios países en la región, son prácticas que encuentran el aval de los empresarios, funcionarios y la complicidad de la sociedad en muchos casos. Por lo que esta reflexión nos pone de frente a un desafío mucho mayor, repensar desde dichas prácticas, qué tipo de reglas de juego estamos favoreciendo, lo que no solo toca de lleno a los gobiernos y a sus funcionarios sino que nos interpela a todos como cuerpo.

Entonces se vuelve central rediseñar y reforzar aquellos arreglos institucionales, las reglas de juego, las normas explicitas e implícitas y el marco jurídico que permitan que sean compatibles los beneficios privados de los agentes económicos junto con los beneficios sociales. Y justamente a la hora de repensar y rediseñar ciertas reglas tal vez sea hora de que comencemos a dar lugar a nuevas prácticas, fundantes de un cambio que se vuelve cada vez más necesario en el campo de la economía, y que nos devuelva a la esencia misma de la disciplina: ¿No será hora de dar paso a una economía donde el centro esté en el hombre, donde los valores morales no queden excluidos de la actividad económica, donde el dinero sea un medio para lograr el desarrollo individual y colectivo y no el fin en sí mismo, donde se pongan de relieve las prácticas de empatía y no solo la búsqueda desesperada de los beneficios? ¿Tenemos teorías que nos ayuden a repensar nuestras prácticas económicas para animarnos a pensar una economía sustentable?

 

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  1. Patricio Carey 24 mayo, 2017, 17:39

    Buen artículo, Cristian. Muy claro y lleno de pautas en sentidos político, institucional, económico y social.

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  2. Sin palabras, excelente

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  3. Alberto Barlocci 24 mayo, 2017, 17:55

    Lo leí con mucho placer. Hay claridad conceptual y serenidad en el análisis, además de indicar elementos de la realidad que nos interpelan.

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  4. Excelente!

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