En el fallo se rechazan los argumentos bolivianos que sostenían lo contrario. Se abre una nueva etapa de relaciones bilaterales, ojalá, mejores.
No hay mucho que decir acerca del fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Los jueces, por 12 votos contra 13, rechazaron los argumentos (ocho) presentados por Bolivia, según los cuales Chile había generado un legítimo derecho expectaticio de una negociación de buena fe, acerca de su acceso al mar.
Chile no dio pasos sustantivos como para esperarse eso, por tanto, para los jueces de La Haya no existe obligación alguna de negociar. Lo cual, da la razón a la parte chilena que siempre alegó que en ningún momento se generó tal expectativa porque considera zanjada toda cuestión limítrofe, desde la firma del Tratado de paz de 1904.
La Corte de La Haya no invita ni siquiera como llamado a una negociación y ni siquiera al diálogo, aunque por supuesto eso no puede excluirse nunca.
Para Evo Morales es una indudable derrota política. Más que nada por el tono reivindicativo y a menudo irritante que ha utilizado contra Chile. Que quede claro, un análisis histórico de cómo fue adquiriendo este país territorio que en su momento fue boliviano, muy poco probablemente podrá reconocer que eso fue legítimo, ya que ocurrió por medio de un conflicto armado suscitado por cuestiones económicas de una empresa privada. Otra cosa es cómo plantear más de 130 año después un diálogo fecundo con el objetivo de conseguir un acceso soberano al mar. El tono del presidente boliviano fue a menudo imprudente y con miras a su electorado interno más que a las buenas relaciones con Chile. Lo cual termina jugando en contra de la mutua conveniencia de buenas relaciones entre vecinos.
En todo caso, hay que celebrar la buena disponibilidad de los Gobiernos a acatar el fallo, al tiempo que se abre un nuevo capítulo de relaciones que, sería de esperar, sean mejores.