Premios Nobel de economía 2018: integrar la innovación tecnológica y los fenómenos del cambio climático en el análisis macroeconómico.
¿Por qué crecen las economías? ¿Cómo puede su crecimiento rebasar la capacidad “fisiológica” del mundo natural para sostenerlas? En economía hay pocas preguntas que tengan un tenor tan exigente (la primera) y tan urgente (la segunda). Los estudios dirigidos por los dos ganadores del premio Nobel de economía de este año han intentado exactamente responder a estas preguntas.
El profesor Paul Romer, de la New York University, suele ser descrito como un economista teórico dedicado a realizar hipótesis sobre las dinámicas subyacentes en los procesos de crecimiento económico. El profesor William Nordhaus, de la Yale University, siempre ha trabajado en el campo de la economía medioambiental.
Aunque ambos investigadores han sido considerados muchas veces potenciales ganadores, de forma independiente, la concesión conjunta del galardón es lo más interesante del asunto, por dos motivos.
El primer hilo conductor que han encontrado los expertos de Estocolmo es la deseable complementariedad futura de los temas de investigación tratados por ambos profesores. Sus estudios están encaminados a integrar los procesos de creación del conocimiento (Romer) y los fenómenos del cambio climático (Nordhaus), dentro de los modelos clásicos del crecimiento económico. Evidentemente el ambicioso auspicio de la academia de ciencias sueca es que el calentamiento global pueda ser “curado” mediante el aumento y la difusión de nuevos conocimientos y tecnologías.
En segundo lugar, lo que les une es su contribución al afianzamiento de la actitud de los economistas con respecto a la complejidad y a las múltiples interrelaciones que animan las dinámicas socioeconómicas, desde los sistemas nacionales (Romer) hasta el planeta (Nordhaus). Al mismo tiempo, los dos profesores nos han enseñado la cautela y la honestidad intelectual con las que hay que tratar esta complejidad. En particular, los estudios de Nordhaus han estimulado un vigoroso debate sobre la gestión de las grandes incertidumbres asociadas al calentamiento global: desde cómo se traducen las emisiones en temperaturas más altas hasta cómo puede adaptarse la sociedad a los rápidos cambios climáticos.
Los políticos prefieren el confort de escenarios hipotéticos bien definidos y de números claros y redondos. Sin embargo, la extrema complejidad de nuestras sociedades – por un lado – y de los procesos naturales – por el otro – puede significar que a veces hacen falta otras guías para orientar la política, desde el principio de precaución hasta el razonamiento moral. Ironías de la suerte, los cálculos de Nordhaus y Romer, han hecho posible esta toma de conciencia. “Todo está en relación, todo está conectado” (Laudato sì) … Parece que Francisco ha hecho bien los deberes.
Nota: Tommaso Reggiani es investigador de economía política en la Masaryk University de Brno, República Checa