La alegría de vivir: fruto de la reconciliación

La alegría de vivir: fruto de la reconciliación

Es lo que el papa Francisco proponía a los participantes del Encuentro Interreligioso de Jóvenes en Mozambique, sumando una pregunta que nos interpela a todos: “¿Quieren escribir esta página de la historia?”

En su último libro Identity: Contemporary Identity Politics and the struggle for recognition (2018: Identidad: las políticas de identidad contemporáneas y la lucha por el reconocimiento), el politólogo estadounidense Francis Fukuyama retoma un diálogo del filósofo Sócrates sobre la naturaleza de una sociedad justa, recogido por Platón en La República. En el Libro IV se desarrolla la idea de una ciudad justa, basada en la exploración de la naturaleza del “alma” humana. En cierto punto del diálogo se plantea la cuestión de si el alma tendría una tercera parte además de las otras dos ya identificadas: la concupiscible (de los deseos y placeres) y la racional. Y se preguntan si lo que lleva al hombre a encolerizarse tiene su origen en esas dos partes o en otra distinta. De los diálogos se desprende que existe en el alma humana una tercera parte: la irascible, donde se asientan tanto la ira como el orgullo. Fukuyama recupera el significado semántico de la palabra thymos, en griego θυμός, entendida como el deseo y/o el reclamo de reconocimiento de dignidad, como fundamento y contenido de la identidad individual y/o grupal. Esta tercera parte actúa de forma independiente de las otras dos y es donde se originan los juicios de valor. “Los seres humanos anhelan juicios positivos acerca de su valor o dignidad. Esos juicios pueden venir desde uno mismo pero mayormente llegan a través de las personas y de la sociedad que nos rodea, que reconoce el valor. Si se recibe un juicio positivo, se siente orgullo; pero si no lo reciben, sienten ira (cuando sienten que no están siendo valorados) o vergüenza (cuando se dan cuenta de que no han vivido de acuerdo con los estándares de otras personas)”.

Así, Fukuyama afirma que la demanda por el reconocimiento de la propia identidad explica mucho de lo que está pasando en la política global hoy: “En Thymos es donde se asientan hoy las políticas de identidad”. Las democracias liberales no han resuelto aún el problema de thymos y distingue dos formas en que se expresa: “isothymia”, que reclama igualdad de trato y “megalothymia”, el deseo de ser reconocido superior. El riesgo surge cuando líderes o grupos impulsados por “megalothymia” aprovechan la ira y/o el resentimiento de personas y/o grupos que sienten que su modo de vida, su estatus social, nación, etnia o religión no están siendo respetadas y/o reconocidas: “Megalothymia e isothymia se dan la mano”. De allí que concluya que “el surgimiento de las políticas de identidad en las democracias liberales modernas es una de las principales amenazas a las que estas se enfrentan, y a menos que podamos regresar a una comprensión más universal de la dignidad humana, nos condenaremos a un conflicto continuo”.

La ira y su manejo adecuado es uno de los temas centrales que aborda también la filósofa Martha Nussbaum en su libro La ira y el perdón. Resentimiento, generosidad, justicia (2018, FCE). Así, identifica tres lugares comunes en torno a la ira que ocupan un lugar importante en textos filosóficos y en la vida cotidiana: 1. La ira es necesaria (cuando se recibe un daño) para proteger la dignidad y el respeto por uno mismo; 2. La ira frente a las faltas es esencial para tomar al malhechor seriamente (en vez de tratarlo como a un niño o como una persona con una responsabilidad disminuida) 3. La ira es parte esencial del combate contra la injusticia. Si bien inicialmente la ira puede tener una utilidad instrumental y limitada, como indicador de que se ha cometido una falta, como fuente de motivaciones y como disuasión para los otros, Nussbaum advierte que la ira siempre resulta problemática y es algo que se debe desalentar en uno mismo como en los demás. Su libro, como Fukuyama, comienza con el recuerdo de la imagen de otro texto griego, La Orestíada, de Esquilo, en donde se describe la transformación de las Furias, antiguas diosas de la venganza, en Euménides (Las Benévolas): “Esquilo sugiere que la justicia política no solo enjaula la ira, sino que la transforma de manera fundamental, de algo que apenas es humano, obsesivo, sanguinario a algo humano, que entiende razones, calmado, deliberado y medido. Además, la justicia no se enfoca en un pasado que no puede alterarse nunca, sino en la creación de bienestar y prosperidad en el futuro. El sentido de responsabilidad que habita en las instituciones justas no es, de hecho, en lo más mínimo un sentimiento de retribución, se trata de un juicio mesurado en defensa de la vida actual y futura. (…) La ciudad se libera del azote de la ira vengativa que produce conflictos civiles y muertes prematuras. En lugar de la ira, la ciudad obtiene justicia política.” 

Luego de un análisis de la ira, Nussbaum propone como virtud política y personal el perdón como candidato a reemplazar la ira –y su contenido vengativo– como actitud frente a una falta o delito. Y en este aspecto reflexiona sobre el perdón en las tradiciones judía y cristiana, deteniéndose en el perdón entendido como opción moral de amor y generosidad que forja actitudes que sustentan vínculos de confianza y la reconciliación.

En 2014, con motivo del Centenario de la primera guerra mundial, el papa Francisco en el Monumento Militar de Redipuglia proponía el perdón exclamando: “Es de sabios reconocer los propios errores, sentir dolor, arrepentirse, pedir perdón y llorar. (…) Las lágrimas. Hermanos, la humanidad tiene necesidad de llorar, y ésta es la hora del llanto.”

Cinco años después, en Mozambique, en el Encuentro Interreligioso de Jóvenes, que puede ser visto como un signo profético del futuro de las relaciones interreligiosas, el Papa expresó que “la alegría de vivir” es el mejor antídoto que desmiente a todos los que quieren dividir, fragmentar, enfrentar. Una alegría que surge “de animarse a vivir el desafío de la paz y a celebrarla hoy juntos como familia; también a aquellos que sin ser parte de alguna tradición religiosa están participando. Es hacer la experiencia de que todos somos necesarios, con nuestras diferencias, pero necesarios”(…) “Ustedes juntos –así como se encuentran ahora–, son el palpitar de este pueblo, donde cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación. Les pregunto: ¿Quieren escribir esta página? [responden: sí.] Cuando yo entraba, cantaban: ‘Reconciliación’. ¿Lo repiten? [Todos: ¡Reconciliación! ¡Reconciliación! ¡Reconciliación!].

Artículo publicado en la edición Nº 614 de la revista Ciudad Nueva.

Deja un comentario

No publicaremos tu direcci贸n de correo.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.