El lunes 27 de octubre de 1986 es una fecha que ha quedado grabada para siempre en la historia del camino arduo y esperanzador de la humanidad hacia la paz, a través de la oración. Por primera vez en la historia, jefes y representantes de las Iglesias cristianas y Comunidades eclesiales y de las diversas Religiones de todo el mundo se reunieron en Asís, invitados por el Papa, para rezar por la paz.
Aquel lunes, el Papa Juan Pablo II llegó a la basílica de Santa María de los Ángeles de Asís, procedente de Perusa. En la puerta central de la basílica acogió a cada una de las delegaciones de las religiones invitadas.
En la cumbre estuvieron presentes 71 dirigentes de religiones no cristianas, 54 de las cristianas y 25 representantes del episcopado mundial. La Santa Sede deseaba contribuir a suscitar un movimiento mundial de oración por la paz que, alcanzando a los creyentes de todas las religiones, abrazara al mundo entero.
Tiempo antes en Lyon, durante la fiesta de San Francisco de Asís, Juan Pablo II había lanzado un inesperado llamamiento: “a todas las partes en conflicto en el mundo envío un llamamiento ardiente para que observen al menos durante toda la jornada del 27 de octubre una tregua completa de combates”. El mensaje se hizo llegar a los jefes de estado y gobierno de los 113 países que entonces mantenían relaciones diplomáticas con la Santa Sede. En aquel 27 de octubre, en la gran mayoría de los 43 países donde había guerra o terrorismo, callaron las armas.
Al Papa le vino a la mente esta iniciativa a raíz de la propuesta de las Naciones Unidas de proclamar 1986 como año mundial de la paz. Para muchos, este encuentro de Asís fue el acontecimiento más importante en el marco de aquella convocatoria.
“La idea del Papa era que las tradiciones religiosas del mundo disponían de ‘profundos recursos’ con que abordar los conflictos internacionales. Uno de ellos era su compromiso con la oración”. El Papa dio la consigna: “no rezar juntos, sino estar juntos para rezar”. No podía ser una oración conjunta universal sino que se debía “encontrar una fórmula para que cada cual pueda rezar a su manera, para luego reunirse con los otros”. A esto se le añadió el ayuno, y se propuso que el acto integrara movimiento para comunicar la idea de peregrinación. Surge así la idea que fuese en la ciudad de Asís, donde el mismo Papa fue peregrino.
Juan Pablo II recibió a los demás integrantes en la Porciúncula. Cada líder tuvo un lugar para rezar con su comitiva, y se dirigieron todos juntos a la plaza frente a la Basílica. Allí cada dirigente rezaría solo. Al final, un discurso del Santo Padre y se concluyó el ayuno con un ágape común.
Quince años después el Papa volvió a hacer una convocatoria semejante: “Quisiera, además, anunciar que tengo la intención de invitar a los representantes de las religiones del mundo a venir a Asís el 24 de enero de 2002 a rezar por la superación de las contraposiciones y por la promoción de la auténtica paz. Queremos encontrarnos juntos en particular, cristianos y musulmanes, para proclamar ante el mundo que la religión no deben ser nunca motivo de conflicto, de odio y de violencia. Quien acoge verdaderamente en su interior la palabra de Dios, bueno y misericordioso, no puede no excluir del corazón toda forma de odio y enemistad (…) Es urgente que una invocación común se eleve con insistencia desde la tierra hasta el Cielo para implorar al Omnipotente, en cuyas manos está el destino del mundo, el gran don de la paz, presupuesto necesario para todo compromiso serio al servicio del auténtico progreso de la humanidad”.
El mismo Juan Pablo II explicó en más de una ocasión las características tanto de la primera reunión en 1986, como las que siguieron a cargo de la Comunidad San Egidio.
1- Manifiestan al mundo que es bueno iniciar el siglo XXI no con discrepancias, sino con una visión común: el sueño de la unidad de la familia humana.
2- Se busca “que una invocación común se eleve con insistencia desde la tierra hasta el Cielo para implorar del Omnipotente, en cuyas manos está el destino del mundo, el gran don de la paz, presupuesto necesario para todo compromiso serio al servicio del auténtico progreso de la humanidad”.
3- Ayuda a todos los hombres a levantar la mirada y dirigirla hacia lo alto, hacia el único Dios y Padre de todos los pueblos de la Tierra. Algo importantísimo en este mundo donde el ateísmo ha impregnado a tantas sociedades.
4- Se aprende a “estar juntos y a rezar según la propia tradición religiosa, sin confusión y en el respeto mutuo, conservando cada uno íntegras y sólidas las propias creencias”.
5- No es rezar juntos sino estar juntos para rezar.
6- Se llevan a cabo en un clima de fraternidad: el “espíritu de Asís”.
7- Significa reconocer que las diferencias no nos empujan al enfrentamiento sino al respeto, a la colaboración leal y a la edificación de la paz.
8- Han producido abundantes frutos de paz y de verdadera amistad.
9- Han llegado a ser “un signo de paz”, un “signo de los tiempos”.
Fuentes: