Lanús se consagró campeón del Torneo de Transición goleando a San Lorenzo y demostrando la misma superioridad que tuvo durante todo el certamen.
“Las finales están para ganarlas, no importa cómo”, dice el latiguillo exitista de este deporte pasión de multitudes. Quien llega a ese privilegio de una definición muchas veces se ve tentado a renunciar a su esencia con tal de conseguir el objetivo. Es entendible cuando el mundo pregona que lo único que sirve es ganar.
Nadie juega para perder. Lo que cambian son las maneras. Y eso Lanús lo tuvo presente desde el comienzo –e incluso con procesos anteriores, manteniendo una continuidad de trabajo, aun con cambio de entrenador. Siendo fiel a su idea barrió a sus rivales y en este extraño Torneo de Transición ganó 12 partidos, empató 2 y perdió 2 para clasificar a la final y allí apabullar y golear a San Lorenzo 4 a 0. Algo nunca visto en una definición en el fútbol argentino.
Alimentar la discusión sobre qué es jugar bien, cada vez que florece el éxito de un estilo de juego mezquino o uno ambicioso, es atrasar décadas en un fútbol que ha evolucionado y que, hoy día, cuenta con infinitas combinaciones de uno y otro de las cuales los entrenadores se aferran para transmitir ideas convincentes en las que puedan creer fervientemente sus jugadores. Todo es cuestión de confianza en una idea y poder ejecutarla. Allí radica el valor de un líder de grupo.
Jorge Almirón, quien anteriormente había sido eyectado de otros clubes, no dudó en sus creencias. Con materia prima de calidad supo elaborar un producto fiel, con “satisfacción garantizada”.
Este Lanús derribó todos los mitos de la mezquindad del fútbol “moderno”. No sólo fue uno de los equipos más goleadores del certamen (consiguió 28 y sólo lo superó Racing, con 29) sino que fue quien tuvo la valla menos vencida, apenas 10. Lanús demostró que la sana ambición por el arco de enfrente no va en detrimento de sus cuidados defensivos.
Por eso vale reivindicar el título de Lanús. Por su convicción para ir contra la corriente de un deporte cada vez más pobre a la vista de un público que tiende a conformarse sólo con ganar. ¿A quién no le gusta? Pero Lanús demostró que el “cómo” sí importa. Y allí marcó su diferencia.