Los crímenes atribuidos a Jack el destripador, también conocido como Jack the ripper, tuvieron lugar en el corto período que va desde el 31 de agosto al 9 de noviembre de 1888. Vale decir, en tan solo 70 días, se convirtió en un asesino hiper mediatizado.
Sus descuartizamientos tuvieron lugar en el East End de Londres, barrio marginal del siglo XIX. Allí vivían los desocupados, los inmigrantes, las damas que ejercían la prostitución. Era un lugar habitado por las personas menos favorecidas de la sociedad.
Abundaban los bares y burdeles. Las víctimas de Jack eran prostitutas. La primera desafortunada fue Mary Ann Nichols, que fue encontrada durante las primeras horas del 31 de agosto de 1888.
Extrañas e ingeniosas teorías tendientes a esclarecer el enigma de la identidad de Jack, terminan diluyéndose entre las brumas londinenses y las de nuestro Riachuelo, dado que hay quienes sostienen que el mencionado asesino serial vino a terminar sus días entre nosotros. El maestro Luis Alposta describió a Jack de este modo
Soy fino, pulcro y muy ordenado.
Visto de oscuro y salgo los martes.
Sólo Picasso me ha interpretado:
yo a las mujeres las quiero en partes.
Mi gran orgullo es mi maestría
(que no se dio por casualidad).
Yo fui ayudante de anatomía.
¡Lo mejorcito en la Facultad!
Por lo que sigue no se me asuste.
Soy Jack the Ripper pa´ lo que guste.
Ya pasó un siglo y de cuando en cuando
si vuelvo al yeite de destripar,
es porque busco seguir zafando
y hacerle un corte a la Scotland Yard.
El ensayista Juan-Jacobo Bajarlía, en la edición de febrero de 1976 en la revista Ellery Queen´s Mystery Magazine, explica la manera en que llegó a la conclusión de que el asesino conocido como Jack había sido Alfonso Maroni (o Alonso Maduro) – financista argentino que durante los hechos de Whitechapel había vivido en Londres. El Destripador habría muerto a los 75 años de edad durante 1929 por enfermedad. Bajarlía precisa que Jack había fallecido “en un hotel de la calle Leandro N. Alem (hoy Plaza Roma), durante una mañana lluviosa de octubre de 1929.” Posteriormente el criminólogo continuó sus indagaciones, las que fueron publicadas en páginas centrales del matutino porteño Clarín, en la revista libro mensual “Magazine” y otras.
El profesor universitario y escritor contemporáneo Juan José Delaney involucra al sacerdote irlandés Alfred Mac Conastair (quien falleció en 1997) que fuera capellán del Hospital Británico situado en la ciudad de Buenos Aires durante la segunda década del siglo XX. Precisamente en los tiempos que se atribuye la presencia porteña del Destripador. Explica Delaney que, durante una conversación realizada en 1989, Mac Conastair explicó a Delaney que guardaba un delicado secreto de otro sacerdote de su misma congregación, la pasionista. Ese sacerdote, fallecido hacía ya años, había recibido la confesión de un moribundo quien dijo ser Jack el Destripador y que había cometido los crímenes en venganza por la muerte de su hijo debida a una enfermedad contraída en su trato con prostitutas. Había sido enterrado en el Cementerio del Oeste (más conocido como “de la Chacarita”); aunque no especifica que se refiere al Cementerio Británico.
Cabe destacar que ésta explicación del porqué de los asesinatos es la misma que Matters indica en su libro de 1929 y atribuye a un médico al que se refiere con el seudónimo de “Dr. Stanley.”
El recordado periodista anglo-argentino Andrew Graham Yooll (ex director del Buenos Aires Herald) señaló cuando fue consultado acerca de la posibilidad que Jack recalara por estos lares: “No me extraña en absoluto. Por aquellos tiempos todo pillo pensaba en venir a Buenos Aires a ocultarse para siempre.”
Fuentes:
http://mosaicosportenos.blogspot.com/2012/09/acerca-de-jack-ripper.html
https://www.losandes.com.ar/opinion/jack-el-destripador-y-la-pista-de-buenos-aires/
La escabrosa celebridad adquirida por el asesino serial Jack el Destripador se construyó a lo largo de un lapso inferior a las diez semanas. De hecho, desde el 31 de agosto de 1888 –óbito de la primera víctima canónica– pasando por la llamada Noche del doble acontecimiento y a lo largo de aquel octubre, donde sus matanzas representaron noticia de portada en los rotativos británicos, se consolidaría su reinado de terror. Esas escasas semanas fueron suficientes para que el mundo contara con un nuevo icono del miedo. Y, tras transcurrir un mes de octubre bajo una tensa calma precursora de tempestad, el pánico escalaría hasta sus cotas más elevadas. El 9 de noviembre de 1888 el desmembrador concretó la más espeluznante de sus malévolas hazañas cuando en el amanecer de ese día destrozó a Marie Jeanette Kelly, en el interior del lóbrego cuartucho que aquella atrayente cortesana rentaba en la pensión de Miller´s Court. Luego saldría para siempre de escena, esfumándose tan abruptamente cuán repentina había devenido su irrupción. Dejaría detrás de sí la sangrienta estela de un puñado de hechos acreditados y las semillas de una persistente leyenda que, de tanto prolongarse al cabo de los años, pareciera no alcanzar nunca su fin.