De los 120 votos del parlamento, la centroizquierda suma 57 votos y la derecha 55. ¿Los laicos serán aguja de la balanza?
Las elecciones celebradas en Israel la semana pasada no lograron desbloquear el impasse en el que ha quedado el escenario político para formar un nuevo gobierno. La mayoría relativa pertenece a la lista centrista liderada por Benny Gantz, que ha conquistado 32 bancas. Supera levemente el partido que sostiene al actual primer ministro Benjamín Netanyahu, el derechista Likud, con 31 bancas, que ha cada vez más radicalizado su discurso llegando a proponer la anexión directa de los territorios palestinos a Israel. Una coalición entre los dos partidos sería la lógica solución al problema de formar una mayoría de 61 legisladores en la Kneset, el parlamento israelí, de 120 escaños. Sin embargo, la cuestión es mucho más compleja. Si Netanyahu estaría al final disponible para dicha coalición, Gantz hasta el momento la excluye por completo ya que no acepta la presencia del primer ministro en un futuro gabinete.
Netanyahu viene de gobernar el país desde hace más de 10 años y podría ser lógico que diera un paso al costado, permitiendo a su partido participar del liderazgo en el país. Pero eso significaría perder la inmunidad que le permite evitar enfrentar las acusaciones de corrupción que han abierto tres diferentes casos investidos por los jueces. El tema de fondo para a ser el de evitar que los jueces avancen en procesarlo. Pero esto lleva a recurrir a los sectores más extremistas de la derecha para conseguir una mayoría, puesto que la centroizquierda no supera las 57 bancas, incluyendo los 13 votos de los partidos árabes israelíes, que representan un quinto de la población. La ultraderecha está conformada por sectores ultraortodoxos religiosos, con los cuales discrepan los conservadores laicos liderados por Avigdor Lieberman que abogan por un estado menos condicionado por los preceptos religiosos. Podrían ser la aguja de la balanza, de no existir esta contraposición que se opone a una coalición enteramente de derecha, y que ha llevado a las elecciones de la semana pasada. Los partidos árabes han determinado impulsar un gobierno liderado por Gantz, y es poco usual que los árabes respalden a un primer ministro judío. Pero con eso no alcanza.
Gantz y Netanyahu se han enfrentado con mucha energía durante la campaña, pero todo indica que ha llegado la hora de superar los vetos mutuos y pasar al pragmatismo, pues la alternativa sería convocar a nuevas elecciones sin aceptar que hay margen para una mayoría si se prescinde de cuestiones personales.