A último momento, Netanyahu consiguió el voto a favor de nuevas elecciones ante el riesgo de que un opositor fuera encargado de formar un gobierno.
Al filo del reloj, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, consiguió el paradojal objetivo de llevar nuevamente el país a las urnas cuando han pasado 50 días de la cita electoral del pasado 9 de abril. La carta de las elecciones fue preferida ante la posibilidad de que el presidente de Israel encargara al líder de centro, Benny Gantz, el intento de conformar un Ejecutivo, objetivo que Netanyahu, ganador de los últimos comicios, no pudo alcanzar.
La manzana de la discordia fue el rechazo de los grupos religiosos ultraortodoxos representados en el Congreso, de 120 bancas, a que los estudiantes de las escuelas rabínicas cumplan con el servicio militar obligatorio. El puñado de votos que representan tales sectores en el Legislativo, fue suficiente para impedir la formación de la coalición que debiera respaldar al Ejecutivo de Netanyahu, en su quinto mandato. Lo que pone de manifiesta la fragmentación parlamentaria, en la que once partidos deben negociar la mayoría de gobierno.
El límite de tiempo para la formación de una mayoría se vencía a la medianoche de ayer. Vencido ese plazo, el presidente Reuven Rivlin podría haber entregado un mandato exploratorio a Gantz, aunque la oposición de centro dispone de 55 bancas y habría sido improbable alcanzar los 61 votos necesarios. Netanyahu no quiso correr riesgos y antes de la medianoche consiguió 74 votos para ir a elecciones el próximo 17 de setiembre. La oposición estaba preparada para estirar sus intervenciones durante horas y horas, pero la presidenta de la Kneset (parlamento) afirmó que haría detener el reloj, lo que formalmente permitiría votar antes de que el plazo expirara.
Netanyahu ha ganado los últimos comicios, pero llega desgastado y con la Justicia que lo acusa de fraude y corrupción. Su política agresiva, sobre todo en el tema de la cuestión de Palestina, responde a las inquietudes de un electorado conservador y temeroso por su seguridad y hasta el momento le ha dado resultados por la enorme fuerza que posee el lobby sionista en los Estados Unidos, país que actualmente apoya a rajatabla a Netanyahu. Queda por verse si el premier será sentado en el banquillo de los acusados y si, de aquí a setiembre, algo podrá modificar la inclinación actual de la balanza política.