Tras las huellas de Chiara
En este texto Chiara utiliza expresiones típicas de san Agustín. Él desarrolla una concepción lineal del tiempo que transcurre irreversiblemente desde el pasado hacia el futuro. La historia de la humanidad, dicho de manera condensada, es la historia de dos amores fundamentales que se dan en el tiempo y dan origen a todos nuestros actos en la sociedad.
La cupiditas, que es el amor por sí mismo, el egoísmo, y la caritas, que es el amor de Dios y al prójimo hasta el desprecio de sí mismo. Estos dos amores dan lugar a dos ciudades: la ciudad terrenal, que se basa en la cupiditas y que está formada por los hombres egoístas, cuyas características son la violencia, la apropiación de los bienes ajenos, la división, el conflicto, el racismo, la marginación, la opresión… y la ciudad de Dios, basada en la caritas; es la ciudad de los justos, la caridad es servicio y esfuerzo por los demás, preocupándose por sus necesidades materiales y espirituales. Trabajar por la paz, el respeto y la concordia. Estas dos ciudades están mezcladas en la historia. Por ello, para san Agustín, una sociedad regida por el amor a Dios y al prójimo no puede darse nunca en esta vida. La historia camina hacia su fin, que es la separación definitiva de las dos ciudades en el juicio final: los ciudadanos del cielo gozarán de la paz de Dios, los egoístas serán apartados de esa felicidad eterna.
Chiara con su carisma va un poquito más allá de san Agustín, mostrándonos que la ciudad de Dios la construimos ya, en cada momento presente, pues cada acto en favor del bien común ha sido ya redimido por el amor inmensurable de Jesús Abandonado. Por tanto, somos constructores de una Nueva Humanidad que no necesita esperar el fin de los tiempos para gozar de la presencia de Jesús en Medio, cuando será plena y total, gozo infinito.
Sabemos que el hombre lleva consigo, como una herida incurable, la nostalgia de lo sobrenatural: lo divino lo atormenta, lo infinito lo persigue, lo eterno lo atrae. Sabemos que, aunque consiguiera renovar toda la humanidad, aunque llegara a construir realmente un mundo nuevo, su corazón no alcanzaría aún todo lo que anhela. ¿Por qué? Porque está hecho para una vida que no muere. De aquí la necesidad de subrayar también otra verdad: el hombre, construyendo la ciudad terrenal, puede desde ahora edificar algo que no pase, porque puede contribuir con su esfuerzo y su trabajo a la edificación de los “Cielos nuevos y la tierra nueva”2, que lo esperan. En efecto, Cristo ha redimido, además del cosmos, también la actividad humana; más aún, ha redimido también las obras del hombre. El universo no será destruido sino transfigurado. No habrá ruptura entre el más acá y el más allá, sino continuidad. Incluso los buenos frutos de la naturaleza y de nuestra laboriosidad –todo lo que vamos construyendo día tras día– no solo no desaparecerán, sino que volveremos a encontrarlos de nuevo purificados, iluminados y transfigurados3. Es una verdad apasionante. Es una visión reconfortante y sublime de la vocación del hombre llamado a transformar la tierra con su trabajo. Pero hace falta una condición para que todo esto se produzca. Las obras del hombre perdurarán si se edifican en el mundo según el mandamiento del amor4. Ahora bien, ¿quién nos garantizará que nuestro trabajo lo estamos haciendo de esta manera? ¿Quién nos dirá si estamos realmente construyendo sobre la roca del amor y nos asegurará que lo que hacemos no va a morir? Jesús en medio de nosotros. Jesús en medio, que sublima toda sociedad pequeña o grande, que la hace ser al mismo tiempo célula de la ciudad terrenal y célula de la ciudad celestial, nos lo garantizará. Porque Él está plenamente presente donde el amor está vivo. Él es don de Dios y al mismo tiempo, fruto de esa caridad recíproca nuestra que debemos poner a la base de cada una de nuestras actividades. ¡Jesús en medio! En Él, pues, el proyecto de una humanidad nueva. En Él la garantía de que cuanto hacemos permanecerá.
Chiara Lubich
1. Lubich, Ch. Congreso del Movimiento Humanidad Nueva,[VHS], Centro Audiovisivi S. Chiara, Roma, 20 de marzo de 1983.
2. 2 Ped 3, 13.
3. Cf. Gaudium et Spes 39.
4. Cf. Gaudium et Spes 38.
Artículo publicado en la edición Nº 620 de la revista Ciudad Nueva.