La comisión independiente encargada por el Gobierno del Reino Unido de investigar la participación en la guerra contra el país asiático demostró que no había motivos concluyentes para ir a la guerra.
La reacción debería ser de indignación. El informe de la comisión independiente dirigida por John Chilcot, encargada de esclarecer la participación del Reino Unido al conflicto en Iraq comenzado en 2003, acaba de asestar golpes demoledores a la carrera política del ex primer ministro británico Tony Blair, y también a la de su par español José María Aznar.
En los doce tomos del informe queda demostrado que el Reino Unido se embarcó en el conflicto armado pese a la conciencia que tenía su primer ministro de los endebles argumentos de los Estados Unidos para atacar Iraq, a la falta de evidencias serias de que el régimen iraquí disponía de armas de destrucción masivas (que nunca fueron encontradas) y que tuviera alguna conexión con los atentados del 11 de setiembre de 2011.
Ante la determinación del presidente Bush, de ir sí o sí a la guerra, Blair y Aznar (en ese momento España integraba los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) resolvieron acompañar a los Estados Unidos pero adoptando una estrategia mediática que los mostrara empeñados en evitar el conflicto, al que Francia y Alemania se opusieron decididamente. Esa guerra también fue condenada por el Papa Juan Pablo II.
El informe es categórico. Luego de aclarar que Saddam Hussein era un dictador inhumano, también concluye que se violó sin motivos válidos la soberanía de Iraq.
Las consecuencias de la guerra han sido trágicas. En el caso específico, el Reino Unido envió a Iraq con un total de 30.000 efectivos y un número imprecisado de contratistas privados (mercenarios) que, según varias fuentes, llegaban a igualar en ciertos momentos la cantidad de militares en el país. Las bajas entre los militares contabilizan 179 muertos y 315 heridos, entre los contratistas privados hubo 743 muertos y un número no precisado de heridos. Pero en su conjunto el conflicto provocó entre 250.000 y 1.000.000 de muertos, entre militares y armados y población civil, según diferentes estimaciones.
Por otro lado, esta guerra y el ataque a Afganistán fueron la clásica Caja de Pandora que ha desatado y alentado una ola de violencia en Medio oriente y no sólo.
Blair ha pronunciado unas embarazosas disculpas. Alguien debería aclararle que su error no fue precisamente el de derramar una taza de té. Aznar, en cambio, persiste en la convicción de que prestó ayuda a un amigo, el presidente Bush, al que no se lo podía negar. Favores son los favores. En ambos casos no parecen respuestas a la altura de la responsabilidad de Jefes de Gobierno.
Por mucho menos, el serbio Slobodan Milosevic fue sometido a la acción de un Tribunal Penal Internacional. Pero no parece ser políticamente correcto aplicar el mismo metro. No en el actual escenario político por el que la razón está siempre de un solo lado.