Testimonio de una acción realizada desde el Estado.
En la Municipalidad de Alta Gracia me tocó estar al frente del Área de Turismo desde 2003 hasta 2011; en ese tiempo pusimos en marcha un Programa denominado “Todos Somos Parte”. Uno de los proyectos fue “Conoce lo Tuyo”, entendiendo que no se ama lo que no se conoce. Para nosotros era sumamente importante que los habitantes de nuestra ciudad la conocieran, amaran y respetaran para posteriormente proteger todo el maravilloso patrimonio con el que contamos, ya que podemos recorrer la historia de la ciudad mediante la visita a los cuatro museos que poseemos.
Generamos entonces un programa con las escuelas, incluyéndolo en la currícula de tercer grado. Desde 2006 a la fecha han cambiado las gestiones pero logramos empoderar a los docentes para que dicho programa continuara. Se realizan visitas a los museos con los niños y se trabaja durante todo el año con este anclaje.
Luego avanzamos e hicimos el “Mamá Conoce lo Tuyo”. Muchas mujeres de los distintos barrios nunca se habían acercado al centro, entonces generamos excursiones gratuitas con ellas. Pero la acción que más gratificaciones nos brindó fue el “Conoce lo Tuyo con los Naranjitas”, que son los cuidadores de vehículos, los primeros con los que los turistas se relacionan. Es gente en su mayoría marginada y muchas veces maltratada. Cuando los invitamos a la excursión se les alquiló un micro (al subir al colectivo la alegría era maravillosa, parecía que se iban de viaje de egresados) y se recorrieron los cuatro museos en un día. Visitamos la Estancia Jesuítica (Patrimonio de la Humanidad), los museos del Che, Dubois y el Manuel de Falla; luego de la visita, que fue increíble (se mostraron muy entusiasmados, interesados y motivados), se les habló de la importancia que tenían ellos, del rol fundamental que jugaban a la hora de la generación de desarrollo de nuestra ciudad, porque eran los primeros en enfrentarse con el turista y debían entusiasmarlos y contarles lo que podían visitar, sintiéndose orgullosos del lugar que habitaban.
Se les dio un cuadernillo para que estudiaran y se les tomó un examen. Posteriormente se les entregó un diploma. Se sentían incluidos en esta cadena de valor, eran protagonistas, estaban siendo tenidos en cuenta. El entusiasmo cuando recibieron los diplomas de mano de las autoridades de la ciudad fue un momento único. Nunca olvidaré a una señora sumamente humilde que me dijo: “Directora, me hice arreglar los lentes, pues hace como seis años que no leo, pero como usted nos mandó a estudiar los apuntes, me tengo que poner a leer…”. Esos dichos fueron realizados con una ilusión y una esperanza que es difícil expresar en unas pocas líneas. Fue uno de los más hermosos comentarios que recibí en los ocho años de gestión.
No hace falta realizar grandes obras para lograr que una comunidad se sienta parte. El turismo debe provocar la felicidad de la comunidad residente y trabajar basándose en la identidad de nuestro pueblo para transmitirla: es una experiencia sumamente gratificante.
Por Carina Chiuchich
Nota: Artículo publicado en la edición Nº 605 de la revista Ciudad Nueva.