El Papa pide paz y reconciliación. “Persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro”. A los obispos: no son “técnicos o políticos, sino pastores”.
“Es increíble lo que se ve en las calles”, me comenta entusiasmado un amigo por Facebook. “Yo no soy creyente y menos todavía creo en la Iglesia católica, pero espero que la presencia del Papa nos ayude a crecer como sociedad”, me comenta otro contacto. “Muchas personas muestran un rostro surcado por lágrimas”, comenta El Espectador, un destacado medio de prensa colombiano. Ayer, el protocolo voló por los aires cuando el Papa Francisco estaba por ingresar en la residencia presidencial: decenas de personas se le acercaron pidiendo y hasta suplicando una bendición, una oración, recibir un petitorio. Francisco los escuchó, los besó, los bendijo, prometió oraciones.
Es el costado más espiritual de esta visita del Papa a Colombia, pero a nadie se le escapa que la misión pastoral de este viaje incluye el apoyo al proceso de paz y de reconciliación que un importante sector del país intenta instalar, pese a las resistencias de los más recalcitrantes. Bergoglio había puesto como condición para su visita que la paz se instalara en el país. Y eso está ocurriendo. Las FARC ya son partido político y sus armas se están fundiendo para realizar tres monumentos dedicados a la paz; en Quito la última guerrilla activa está negociando un acuerdo de paz similar; hasta el cartel criminal del Golfo, conocido también como los Úsuga, se anuncia dispuesto a entregarse a la Justicia. No es un proceso fácil y todo podría hacerse mejor. Pero es mucho mejor que mantener el país en guerra y seguir sepultando víctimas.
Lo han entendido muy bien el presidente Juan Manuel Santos y el propio Papa, quienes en su discurso han aludido a las resistencias de sectores políticos, e incluso dentro de la propia feligresía católica, consideran inaceptable que los ex guerrilleros se inserten en la vida social sin pagar con duras condenas su rebeldía armada. En rigor, el proceso de paz supone una justicia transicional que ha aplicado penas reducidas a cambio de colaboración para esclarecer los hechos a los responsables de crímenes graves.
Por ello las referencias tanto del presidente Santos como del Papa a la reconciliación, a trabajar por este proceso de pacificación en el cual todo es posible. En su discurso, Santos ha mencionado precisamente la palabra perdón, evocando el texto evangélico por el cual hay que “perdonar 70 veces 7” y también se ha referido a la misericordia del padre del “hijo pródigo”.
Bergoglio fue claro: “A pesar de los distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, se debe persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro”, y advirtió que los avances en torno a la paz no deben derivar en un “deseo de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares”, sino, por el contrario, tender puentes de reconciliación. “Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza. La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años. Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz… De nada vale silenciar los fusiles si seguimos armados en nuestros corazones”.
El Papa tiene claro que la paz no es solo el callar de las armas: la paz es crecer todos, de ahí su referencia a la necesidad de “leyes justas” para superar la pobreza y la desigualdad que azotan el país. “La sociedad no se hace solo con los purasangre – sostuvo Francisco -… todos somos necesarios”. La reconciliación incluye, pues, a los olvidados.
Antes del encuentro personal con el presidente, Francisco estuvo con sus hermanos obispos, unos 130, a los que invitó a involucrarse más en el proceso de paz y de reconciliación. El Papa sabe de las resistencias incluso en el episcopado para con el proceso en curso. Con voz firme y rostro serio Bergoglio recordó a sus colegas obispos que no son “técnicos o políticos sino pastores” y que deben poder acompañar a quien fuere con su corazón.
Hoy el Papa se encontrará con 7 mil víctimas del conflicto armado en la ciudad de Villavicencio. Una nueva oportunidad para curar llagas que desde hace décadas no se han cerrado y que necesitan de la palabra perdón, como el desierto necesita de la lluvia para florecer.