El Papa destacó que vivimos en una época en la que “el mito de la eterna juventud es una obsesión” y se desprecia la vejez, olvidando que caminamos hacia la eternidad.
La misión espiritual y cultural de la vejez es disipar “la ilusión tecnocrática de la supervivencia biológica y robótica”, y abrir “a la ternura del vientre creador y generador de Dios”, reflexionó el papa Francisco, este miércoles 8 de junio en la catequesis de la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, la decimotercera dedicada al tema de la vejez.
El Papa centró su reflexión en la figura de Nicodemo, uno de los líderes de los judíos, que plantea al Señor acerca de la imposibilidad de los ancianos de regresar al seno materno: “¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?”.
Francisco define la respuesta de Jesús, como “el corazón de la revelación del Señor y de su misión redentora”. Cristo “le dice a Nicodemo que para ‘ver el reino de Dios’ hay que ‘nacer de lo alto’. No se trata de volver a empezar -explicó Francisco- de repetir nuestra venida al mundo, esperando que una nueva reencarnación reabra nuestra posibilidad de una vida mejor”. Sería una “repetición sin sentido”, que “vaciaría de todo sentido la vida vivida, borrándola como si fuera un experimento fallido, un valor caducado, un vacío por perder”. No, “esta vida es preciosa a los ojos de Dios” porque somos “criaturas amadas por él con ternura”.
El “nacimiento de lo alto”, que nos permite “entrar” en el reino de Dios, es una generación en el Espíritu, un paso entre las aguas hacia la tierra prometida de una creación reconciliada con el amor de Dios, con la gracia de Dios, no es un renacimiento físico, otra vez.
Nicodemo no comprende, habla de un nacimiento imposible, porque “el ser humano inevitablemente envejece, el sueño de una eterna juventud desaparece definitivamente, la consumación es el aterrizaje de todo nacimiento en el tiempo”.
La pregunta de Nicodemo “es muy instructiva para nosotros”, subrayó el pontífice. “Podemos, en efecto, volcarlo, a la luz de la palabra de Jesús, en el descubrimiento de una misión propia de la vejez”. Porque “ser viejo no sólo no es un obstáculo para nacer de lo alto del que habla Jesús, sino que se convierte en el momento propicio para iluminarlo, disolviéndolo de la incomprensión de una esperanza perdida”.
Nuestra cultura, alertó Francisco, muestra “una preocupante tendencia a considerar el nacimiento de un niño como un simple asunto de la producción y reproducción biológica del ser humano, luego cultiva el mito de la eterna juventud como obsesión -desesperada- de una carne incorruptible”.
“¿Por qué se desprecia la vejez, en muchos sentidos? Porque trae pruebas irrefutables de la destitución de este mito, que quisiera hacernos volver al vientre de la madre, para volver siempre jóvenes en el cuerpo”
Buscar el bienestar es correcto, quitar la vejez no lo es
La técnica, según este mito, “a la espera de vencer a la muerte” trata de “mantener vivo el cuerpo con medicinas y cosméticos, que ralentizan, disimulan, quitan la vejez”. Por supuesto, subraya el Papa, “una cosa es el bienestar y otra muy distinta alimentar el mito”. Y aquí, fuera del texto, recuerda “los muchos trucos, tantas cirugías para parecer joven”.
Me acuerdo de las palabras de una sabia actriz italiana, Magnani, cuando le dijeron que tenían que quitarse las arrugas, y ella dijo: “¡No, no las toques! Me costó muchos años poder tenerlas: ¡no las toques!”. Es esto: las arrugas son un símbolo de experiencia, un símbolo de vida, un símbolo de madurez, un símbolo de haber hecho un viaje. No las toquen para volverse jóvenes, jóvenes de rostro: lo que nos interesa es toda la personalidad, lo que nos interesa es el corazón, y el corazón queda con esa juventud del buen vino, que cuanto más envejece mejor”, dijo Francisco.
La vida mortal no es suficiente para completar toda la existencia
El Santo Padre defendió que la vejez no debe “comunicar la nostalgia del nacimiento en el tiempo, sino el amor por el destino final”. “En esta perspectiva la vejez tiene una belleza única: caminamos hacia el Eterno”, aseguró.
Si somos capaces de ver los signos del amor evangélico, destacó el pontífice, “podemos también ‘entrar’ en el reino, con el paso del Espíritu por el agua que regenera”. Y la vejez es precisamente la condición, “concedida a muchos de nosotros” para asimilar íntimamente “el milagro de este nacimiento de lo alto”, de hecho “no comunica nostalgia por el nacimiento en el tiempo, sino amor por el destino final”.
“Que el Espíritu nos conceda la reapertura de esta misión espiritual y cultural de la vejez, que nos reconcilia con el nacimiento de lo alto”, concluyó el Papa.
Fuente: AICA