La Economía de Comunión cumplió sus primeras tres décadas de vida y lo festejó con un evento transmitido vía streaming desde Loppiano, Italia, hacia todo el mundo, en el cual se evidenció el trabajo de tantos que ayudaron a desarrollar y transitaron este camino nacido de una inspiración de Chiara Lubich.
Solo algunos pocos privilegiados tuvieron la dicha de estar presentes en el auditorio de la Mariápolis de Loppiano, Italia, el pasado sábado 29 de mayo, debido a los cuidados relacionados con la pandemia, sin embargo fueron miles de personas siguiendo en vivo la fiesta de los 30 años de la EdC en diferentes rincones del planeta gracias a la transmisión a través de seis canales de YouTube (con traducciones oficiales al italiano, inglés, francés, español, portugués y coreano).
Fueron más de cuatro horas televisivas para narrar la historia desde aquella inspiración de Chiara Lubich que dio origen a la Economía de Comunión. Escuchar a la fundadora del Movimiento de los Focolares fue sobrevolar junto a ella la ciudad de San Pablo, Brasil, en mayo de 1991, cuando se vio impactada por la desigualdad entre los rascacielos y las favelas, hecho que le hizo comprender que esa realidad debía ser transfigurada con una nueva cultura, la Cultura del Dar, que hiciera nacer nuevas prácticas e ideas en torno a la economía.
La fiesta, que se puede revivir aún en los canales de YouTube de EdC, tuvo ese punto de partida para recorrer los 30 años de vida que, si bien son muchos, a su vez es muy poco tiempo para que una cultura colectiva se arraigue. Sin embargo, esta forma de economía basada en el principio de unidad característico de la espiritualidad de los Focolares se ha generalizado tanto que el propio coordinador de la Comisión Internacional de EdC, Luigino Bruni, admitió: “Es una experiencia difícil de evaluar según los parámetros tradicionales. Cuando se intenta medir los resultados son insignificantes: unos 50 millones de euros de flujo financiero, más de 10 mil becas para niños de los países más pobres. Pero hay que mirar el ejemplo de la presidenta de ANPECOM (Asociación Nacional por una Economía de Comunión en Brasil), Maria Helena Faller: empezó a ir a la escuela de niña gracias a nuestros proyectos y ahora es abogada y se asegura de que su experiencia beneficie a los demás. La EdC es ante todo esto: un entorno generativo, un campo que acoge muchas semillas diferentes y las hace germinar”.
La propuesta de Chiara Lubich, a la cual Bruni se sumó siendo aún un joven doctorando, “se trataba de volver a poner en circulación palabras que se habían vuelto ajenas a la jerga de la economía: gratuidad, reciprocidad, don. El objetivo era ampliar al máximo el campo de acción de la EdC, evitando el malentendido de una iniciativa restringida únicamente al mundo católico”.
En aquellos comienzos, el economista Stefano Zamagni, entre otros, cumplió un papel clave. El actual presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales explicó que “Chiara Lubich lanzó un desafío intelectual sin precedentes gracias a su carisma particular. Ella, que no tenía antecedentes económicos. La Economía de Comunión tuvo entonces un impacto notable, tanto desde el punto de vista teórico como práctico. Esa intuición fue capaz de revivir una tradición de pensamiento típicamente italiana que es la de la economía civil, nacida en Nápoles en 1753 en el contexto de la doctrina social de la Iglesia, pero luego terminó en desuso y, por lo tanto, revivió la memoria de ese paradigma, que luego se convirtió en avalancha, hasta la ‘Economía de Francisco de Asís’. Aquí está este largo hilo que se desenreda del proyecto de 1991. Aquel experimento de hace 30 años podía parecer entonces una utopía, una ilusión, y de hecho muchos lo pensaban”.
Ese “experimento” inmediatamente se hizo realidad y se consolidó en las siguientes tres décadas, siempre con los pobres en el centro de un sistema global de ayuda. Tanto es así que hoy esa intuición de Chiara Lubich abraza al mundo entero e incluye a más de 1.000 empresas que adhieren al proyecto o se inspiran en él, quince incubadoras de empresas para el desarrollo de nuevas empresas, seis proyectos de desarrollo integral en curso y más de 400 tesis de grado.
A propósito de esto, el mismo Zamagni destacó: “Quiero usar una palabra que ha desaparecido del uso desde hace al menos un siglo: conazione. Una palabra que fue acuñada por Aristóteles, que nace de la crasis entre conocimiento y acción y que significa que el conocimiento debe ponerse al servicio de la acción y la acción no puede ejercitarse y dar frutos si no sobre la base del conocimiento. Ahora el reto de los próximos treinta años de la EdC es potenciar el componente cognitivo”.
Durante esta “breve” historia de 30 años, muy difícil de resumir en pocas líneas, son numerosos los empresarios, emprendedores, trabajadores, gerentes, consumidores, ahorradores, ciudadanos, académicos, operadores económicos que han sembrado la semilla de la EdC gracias a lo cual ya se han comenzado a ver los frutos.
Precisamente, en este contexto de pandemia y de crisis, los objetivos de la EdC son más actuales que nunca. “Todos hemos sido abrumados por la misma tormenta –dice Bruni– y varios de nuestros empresarios han caído enfermos, muchas veces de gravedad. Sin embargo, ahora nos damos cuenta de lo cruciales que han sido las inversiones realizadas en el pasado en términos de confianza, intercambio y comunidad. Las empresas que se habían movido en esta dirección están reaccionando con mayor celeridad. La ética, ya lo sabemos, es una especie de seguro, cuya importancia se aprecia en tiempos de dificultad. Y luego hay otra ventaja, quizás la principal: En la EdC los emprendedores nunca se quedan solos”.
“La de la comunión –cerró Bruni– es una economía de las bienaventuranzas: suave y pura, orientada a la construcción de la paz, que es pobre pero también femenina, mariana, en el sentido carismática; pero también una economía que llora y se consuela con la justicia y es bienaventurada en cuanto es la economía del reino de los cielos”.
Para revivir la fiesta ingresar a www.youtube.com/watch?v=46KXJGo9aLc