Ha renunciado a su banca en el Senado ¿para someterse a la justicia o para evitarla?
A pocas semanas de haber conquistado una banca en el Senado de Colombia, siendo el legislador más votado, el ex presidente Álvaro Uribe ha presentado su renuncia al cargo. La razón es grave: la Corte Suprema de Justicia asegura haber reunido pruebas que justifican indagarlo por soborno y falsos testimonios presentado en 2012 contra otro legislador, Iván Cepeda, en el intento de vincularlo con grupos paramilitares.
El ex presidente colombiano es un político astuto y sumamente hábil. Sabe que su renuncia tiene dos efectos: el de presentarlo como un obediente ciudadano que renuncia a su cargo para dar a la investigación la mayor libertad para avanzar en el esclarecimiento de los hechos, pero a la vez también puede evitar que siga siendo competente la Suprema Corte sobre su caso, al no disponer más de los fueros como legislador. Por tanto, eso podría llevar el caso ante un tribunal más fácil de controlar. Uribe no ha dudado en polarizar el país teniendo que elegir entre su visión conservadora del Estado y del país y la de quien se le opone, en estos años, por ejemplo, el presidente Juan Manuel Santos como impulsor de un inédito proceso de paz, al que el hoy senador renunciante se ha opuesto tajante y tenazmente, arrastrando con él una buena mitad del país. Vale la pena recordar, al respecto, que no dio resultados incluso el intento del Papa de acercar las dos posturas al sentarlos a la misma mesa en el Vaticano, en el entendido de que el bien común de la paz siempre tiene prioridad sobre las visiones parciales. Pese a los argumentos de sentido común, Uribe optó por una postura que le asegura votos en un mal entendido sentido de la identidad política. No es casual que recibe menos apoyo en los distritos que han conocido más de cerca los efectos de 50 años de guerra y es más votado en los centros urbanos más alejados del conflicto.
El episodio del proceso de paz, viene a cuento para graficar cómo entran en juego dos visiones de la política: la que entiende el poder al servicio del Estado y de la ley, la que concibe las instituciones al servicio de un determinado proyecto político de poder. En el primer caso, el bien común siempre prima sobre los intereses parciales, en el otro caso es al revés. Uribe ya tiene antecedentes de politizar incluso el rol de la justicia, transformando medidas indeseadas en actitudes políticas. En los próximos días su estrategia se hará más clara. Por otro lado, el mes entrante asumirá el poder el nuevo presidente, Iván Duque, del que Uribe es mentor. La pregunta es, pues, qué tanto comparte la visión del ex mandatario acerca de la función del poder.