Programa Estar – La solidaridad y el servicio desinteresado hacia aquellos que más sufren no se detiene con la pandemia. Miembros de diferentes organizaciones civiles junto al Estado pusieron en marcha esta acción para acompañar y sostener a quienes padecen de cerca el coronavirus.
Cuando comenzamos a trabajar sobre este artículo, Argentina se encontraba en lo que hasta el momento era el pico de contagios diarios de covid-19 y con la incertidumbre de si se lograría finalmente contener el crecimiento e incluso disminuir la propagación del virus, sobre todo en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la región más castigada por la pandemia.
Los números y estadísticas que se conocen día tras día pueden resultar lejanos para quienes no conozcan a nadie que haya atravesado una situación relacionada con el coronavirus. ¿Pero qué pasa con aquellos que sí la tuvieron que atravesar? ¿Qué realidad vive el entorno familiar de alguien contagiado? ¿Cómo sigue con su vida aquel que perdió a un ser querido a causa de este impiadoso virus? ¿Quién cuida a los que cuidan, es decir, a los profesionales de la salud que trabajan sin descanso desde hace más de cinco meses?
Respuestas a estas preguntas pueden existir muchas, pero dentro de ellas hay una que suena concreta y segura: a esas personas se les puede ofrecer compañía. Es a partir de esto que surge el Programa Estar, una iniciativa del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que nace de un trabajo en conjunto con diversas organizaciones e instituciones de la sociedad civil, y cuyo objetivo es brindar un acompañamiento emocional y espiritual a médicos, enfermeros y pacientes con covid-19, como también a su entorno. Con estos últimos hay un trabajo en paralelo a la hospitalización de ese familiar, pero que también se extiende en caso de fallecimiento del ser querido, ayudándolos en el proceso de duelo que genera la pérdida.
Una de las particularidades que tiene este proyecto es la diversidad de su composición. Formada por movimientos que son religiosos ytambién no confesionales, cada uno de los voluntarios hace su aporte desde la propia impronta y creencia, pero atravesados por la misma vocación de servicio. De esta manera, católicos, ateos, agnósticos, judíos, evangélicos, se ponen a disposición de quien está sufriendo. “Para mí es una experiencia de mundo unido”, dice Sara, una voluntaria. Si bien el abordaje de las personas a las que se acompaña no es de evangelización sino de presencia y escucha, en el proceso aparecen necesidades relacionadas con lo espiritual, como puede ser, por ejemplo, que un sacerdote dé la Unción de los enfermos. Pablo Blanco, vicecoordinador del Departamento de Movimientos Eclesiales (DEMEC) –un espacio de la Arquidiócesis de Buenos Aires que coordina la participación de los voluntarios de los movimientos católicos en el Programa–, grafica la riqueza de esta diversidad de un modo muy claro: “Esta iniciativa es como un jardín de flores, donde cada una tiene su belleza, y si alguna de ellas faltara, el jardín no sería el mismo”.
El proyecto funciona actualmente en 19 hospitales de la ciudad de Buenos Aires. Al mismo tiempo, están buscando extenderlo poco a poco a hoteles y geriátricos, que son lugares en los que también hay quienes están pasando momentos difíciles. Los voluntarios se dividen en grupos de 10 o 15 personas, cada uno de estos con un referente que funciona como nexo con el hospital con el que trabajarán. “Nuestra coordinadora nos pasa datos para hacer llamados a personal médico, pacientes enfermos o gente que tiene familiares internados o incluso fallecidos por coronavirus”, cuenta Sara, que vio esta iniciativa como una manera concreta de responder frente a tanta incertidumbre y sufrimiento. La comunicación telefónica, a la que denominan llamados de compañía, parte de una pregunta tan sencilla como compleja: “¿Cómo estás?”. Las respuestas son de todos los colores: hay enojo, amor, llanto, agradecimiento, tristeza.
Para llevar a cabo esta tarea, los voluntarios realizan un proceso de formación fundamental para afrontar situaciones que son sumamente delicadas. Es así que el Centro de Espiritualidad Santa María, comunidad eclesial cuya vocación es la del acompañamiento, aportó material sobre “duelo” y “duelo en pandemia”, instrucción que hacen a través de talleres y charlas vía zoom. Inés Ordoñez, una de las fundadoras del Centro, explica: “Quisimos ponerlo al alcance de toda la población, de toda la comunidad. Hay muchos acompañantes espirituales con un deseo muy grande de ayudar”. Por su parte, Sara encuentra imprescindible este ámbito formativo: “Significó entender la importancia de la muerte, que es dolor sobre todo para los que quedamos. Pero como el amor es eterno, nosotros también partimos con esa persona a donde ella vaya después de su fallecimiento. Hay un costo, hay tristeza, se incorpora la conciencia de la pérdida, pero esto no es algo que se agota en sí mismo, sino que genera un nuevo fruto, que es seguir conectado más allá de la muerte”.
Para quien lo desee y necesite, en la página oficial del Programa Estar también se ofrece información de esta índole, con temas tales como “Viviendo el duelo”, “Reconociendo los sentimientos”, “Duelo en niños”, “Duelo en adolescentes”, y “Rituales ¿para qué sirven?”. Si participás de algún movimiento o comunidad de la Iglesia que integra el espacio del DEMEC, contáctate con el referente de tu movimiento en ese espacio para sumarte al Programa.
Cada grupo de voluntarios se reúne una vez por semana de manera virtual para compartir las experiencias y las sensaciones que van viviendo a partir del servicio. El trabajo que hacen es principalmente hacia afuera, al encuentro de quien sufre, pero esa salida también desanda un camino interior, hacia adentro, que con cada paso despierta reflexiones, emociones, pensamientos. Por eso para ellos resulta tan importante ir haciendo ese recorrido juntos. Acompañan a otros, de la misma manera que se acompañan entre ellos ·
Más información: www.buenosaires.gob.ar/coronavirus/acompanar-a-distancia/programa-estar
Artículo publicado en la edición Nº 623 de la revista Ciudad Nueva