La comunidad internacional está comenzando a reaccionar con más rapidez ante el desafío del cambio climático.
Mientras desde el ámbito de los expertos se alternan noticias buenas y malas –se reconstituyó por ejemplo la capa de ozono, afectada por un agujero que pudo ser contenido, al tiempo que 2016 se confirma como año caluroso al mismo nivel que 2015 y ha sido histórica la reducción de los hielos del ártico y la concentración de co2 en la atmósfera– este 4 de noviembre ha entrado en vigor en tiempo récord el Acuerdo de París sobre el cambio climático.
Su vigencia dependía de la cantidad de países que lo ratificaran. Desde diciembre del año pasado, fecha de la Cumbre de la ONU que lo puso en marcha, lo han hecho un centenar de los 195 países que lo firmaron. Lo que es una nueva buena noticia. La comunidad internacional, se activa con más rapidez que en el pasado. El reciente acuerdo sobre gases de efecto invernadero sellado rápidamente, en cuestión de días, en Kigali (Ruanda) confirma que las autoridades políticas están sensibilizadas sobre el tema del calentamiento global. Cabe recordar que se necesitaron 7 años para ratificar el protocolo de Kioto, con recortes mucho menos drásticos.
Los países que han firmado el Acuerdo de París, sin embargo, saben que los recortes de emisiones de gases de efecto invernadero que se empezarán a aplicar a partir de 2020 no son suficientes para mantener el calentamiento global dentro de límites manejables, que suponen un aumento de la temperatura promedio del planeta por debajo de los 2 grados, y mejor si en torno a los 1,5 grados para fines de este signo. La ONU ha recordado este jueves que para conseguir este resultado habría que recortar más las emisiones, un 25 por ciento más. Con los recortes anunciados, se estima que se podría conseguir el resultado, insuficiente para evitar desastres, de un incremento de entre 2,9 y 3,4 grados de la temperatura promedio. Sería imposible evitar, por ejemplo, el derretimiento de hielos polares y glaciares, y estos últimos son fuentes de agua dulce en muchos países.
El monitoreo de las temperaturas mundiales, los reportes sobre la concentración de co2 en la atmósfera se están realizando asiduamente, gracias al aporte de los científicos que siguen analizando los fenómenos de cambio climático.
A su vez, la adhesión al Acuerdo de París de Estados Unidos y China se está revelando clave para dar consistencia política a las decisiones de la comunidad internacional. Se trata de las potencias que más contaminan, las más populosas y las más poderosas militar y económicamente. Mucho pasará ahora por la definición de los reglamentos de aplicación del Acuerdo, que entran en la letra chica de las indicaciones genéricas del texto. El tema comenzará a abordarse en la cumbre del clima que el próximo lunes se abre en Marrakech (Marruecos), que se espera que pueda estar cerrado en un plazo de dos años.
Para obtener un incremento de temperatura razonable para el año 2100, es necesario que a partir de 2020 se apliquen importantes reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero, cuya permanencia en la atmósfera se mide en el orden de los siglos (el nivel actual, estiman algunos científicos podrá absorberse en mil años). El tema es que cada país fija su meta de reducción y no hay sanciones previstas en caso de incumplimiento. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señala que para cumplir con la meta de los dos grados de aumento, para 2030 las emisiones mundiales deberían no superar las 42 gigatoneladas anuales. Al ritmo actual para esa fecha se emitirían anualmente entre 54 y 56 gigatoneladas.
Esta brecha ubica a los poderes políticos ante una gran responsabilidad. Por eso, el pacto fija revisiones periódicas de los compromisos nacionales hasta alcanzar la reducción necesaria. Por otro lado, los científicos señalan que los efectos, a medida que se incrementa la temperatura, se aceleran y con efectos relativamente previsibles. Ya no es tiempo de visiones limitadas y de intereses egoístas, lo que está en juego es el bien común de la salud del planeta.