Uno mismo con el entorno – Reconocer nuestras emociones y la ira puede ser la clave.
La aparición de conflictos agresivos parece ir en escalada, ya sea en nuestras familias, lugares de trabajo o reuniones de la comunidad. Las historias sobre violencia vial son hoy un lugar común, como también otras manifestaciones de ira y frustración.
Recientemente, el papa Francisco comentó que en el mundo actual estamos muy acostumbrados a intercambiar insultos. “Los políticos se insultan unos a otros, los vecinos se insultan entre ellos, incluso en el interior de la familia nos insultamos unos a otros”.
Bajo presión
En muchas culturas las emociones se esconden, en un intento equivocado de lidiar con ellas. El dicho sería “guardarlas y seguir adelante”. La creencia común es que las emociones pueden eliminarse o controlarse simplemente ignorándolas. Se creía, sobre todo entre los varones, que manifestar las propias emociones era una señal de debilidad, o aún peor, un signo de inestabilidad o enfermedad mental.
Nuestros cuerpos son como ollas a presión. Todos los días atravesamos una variedad de situaciones estresantes; atenuar las interacciones o estas realidades puede traer como consecuencia reacciones emocionales imprevistas, como la ira o la ansiedad. Cuando obedecemos el viejo dictamen de esconder esta diversidad de sentimientos, entramos en ebullición.
Cuando la olla a presión de nuestras emociones está llena, podemos comportarnos de distintas formas que son provocativas hacia los demás o hacia nosotros mismos. Pensamientos irracionales y ofensivos; comentarios negativos y defensivos o comportamientos agresivos obedecen probablemente a las emociones contenidas (y en algunos casos, relacionadas con la actitud o la inmadurez). Podemos enfermarnos por problemas de presión, problemas cardiacos e incluso ciertas formas de cáncer. Parecería que llega un punto en el cual el cuerpo ya no puede lidiar con tan altos niveles de emociones acumuladas.
El caso del hermano perdido
Tom llegó al consultorio del terapeuta con señales de mucha ansiedad. Había sufrido ataques de pánico y estaba preocupado por su salud. Estos episodios “habían salido de la nada” y él los sentía como si le estuviera dando un ataque al corazón. Estos ataques de pánico no tenían nada que ver con su carácter, ya que era una persona amable y generalmente equilibrada.
Cuando hablamos acerca de su historia, Tom mencionó que tenía “dos, no, tres hermanos”. Un hermano había muerto a los 20 años, cuando él tenía 14. Cuando le hice algunas preguntas sobre su hermano fallecido, Tom empezó a llorar, lo cual lo sorprendió, ya que su hermano había muerto hacía más de 40 años. En ese momento trágico de sus vidas, la familia había lidiado con aquello de la mejor manera que pudo, pero sobre todo, haciendo de cuenta que aquel hermano, Fred, nunca había existido. Confiaron plenamente en aquella creencia popular según la cual uno lidia con el dolor emocional escondiéndolo, con la esperanza de que alguna vez desaparezca. Pero eso no sucedió.
Cómo hizo Tom para sobrevivir sin problemas de salud durante tanto tiempo es algo que me sorprendió. Pronto descubrí que sufría de la presión y que sus otros hermanos padecían depresión.
El duelo no compartido ni resuelto de Tom con respecto a su hermano contribuyó grandemente a la tensión acumulada. Por pedido mío, escribió una “carta” a su hermano e incluso habló con su esposa e hijos acerca del cuñado y tío fallecido, sobre el cual ellos jamás habían oído una palabra. Durante este proceso las emociones de Tom se calmaron, los ataques de pánico desaparecieron y la presión sanguínea se normalizó.
Volviéndonos vulnerables
La investigadora y trabajadora social Brené Brown escribió y habló sobre la vulnerabilidad, y exhortó a sus oyentes y lectores a que se permitan a sí mismos ser más conscientes de su parte emocional. Brindó una charla Ted que se tituló “El poder de la vulnerabilidad”, que se consigue gratis en internet, como así también sus charlas más recientes.
Brown y otros nos invitan a volvernos más conscientes de nuestro ser emocional y a dejar que este aspecto de nuestra personalidad se manifieste, en vez de ignorarlo. Comunicar nuestros sentimientos de manera constructiva no solo es beneficioso para nuestra salud sino también para aquellos que nos rodean.
Nuestra fe dice que debemos “amar a nuestros enemigos”. Cuando recibimos un comportamiento negativo o agresivo, el desafío es escuchar a la persona detrás de sus palabras. La capacidad de escucha es una habilidad interpersonal clave; escuchar con empatía es intentar escuchar el mensaje emocional interior, del cual el hablante tal vez no sea consciente.
Las raíces de la ansiedad
Cuando un niño experimenta un cambio o una pérdida significativos, padece la “ansiedad de la separación”. El niño manifiesta irritabilidad y se comporta de manera más infantil. Puede incluso volverse más dependiente, si se lo compara con sus hábitos independientes anteriores. El desafío para sus padres o cuidadores es escuchar el dolor o temor subyacentes, que el niño tal vez es incapaz de expresar.
Si un niño o un adolescente actúa de manera negativa, tendemos a pensar que hay algo más allá de lo que se ve a simple vista, y que él o ella pueden estar cansados, enojados o preocupados. Nuestros intentos por descifrar sus estados de ánimo pueden evitar que nos sintamos provocados por su comportamiento. Esta misma psicología debería funcionar también con los adultos.
Escuchar es amar. Escuchar los sentimientos de los demás es liberarlos de la sujeción de las emociones que están viviendo. “Hacerse uno” con alguien en el pensamiento es importante, pero ir más profundo y escuchar las emociones detrás de los pensamientos es verdaderamente “ser uno” con ese otro. Por lo general las personas suplican ser oídas, y lo que quieren no son consejos bien intencionados, sino el reconocimiento de sus emociones.
La importancia de la empatía (escuchar los sentimientos del otro) comenzó a salir a la luz con el trabajo de Daniel Golman y sus libros sobre la inteligencia social y emocional. Golman advirtió que los graduados de las universidades con conocimientos técnicos luchaban en las relaciones interpersonales debido a la falta de conciencia sobre sus propias emociones, y las emociones de aquellos que estaban a su alrededor. Su video “Estrategias para ser emocionalmente más inteligentes” se consigue en internet y echa un vistazo a sus teorías, ampliamente aceptadas.
Recableando el cerebro
Daniel Segal, psiquiatra, descubrió a través de sus investigaciones sobre el cerebro algo llamado “neuroplasticidad”, que se refiere, esencialmente, a recablear (reconectar) el cerebro. Se necesitan ciertas condiciones para que esto ocurra, y son llamativamente simples. Incluso dos personas que conversan entre sí sientan las bases para que el proceso de recableado comience. No obstante, el ingrediente clave para este cambio del cerebro es la empatía.
Kathy creció con una madre amorosa que, en ocasiones, perdía dramáticamente los estribos, incluso en público. Semejantes muestras de ira avergonzaban a Kathy, y se empeñó duramente en evitar que su propia ira explotara de manera similar. Puso tanto empeño en esto que ni siquiera se permitía a sí misma experimentar ninguna clase de ira. Cuando se encontraba frente al enojo de otros, se sentía muy incómoda.
Aprender a hablar con su esposo acerca de sus distintos estados de ánimo permitió que Kathy manifestara los sentimientos normales de enojo y fuera comprendida. A lo largo de estas conversaciones, la incomodidad hacia el enojo que ella misma había construido cedió, y fue capaz de expresar esta emoción de manera razonable, lo cual era bien distinto de las explosiones de su madre.
El cerebro de Kathy se recableó alrededor de este tema, a través del simple acto de hablar con su esposo y ser bien escuchada por él. Ese fue un punto de cambio en su complicada relación.
El papa Francisco, en su breve libro titulado El amor en el matrimonio. El papa Francisco acerca de vivir y crecer en el amor, realiza el siguiente comentario acerca de la escucha: “No se apresuren, pongan a un lado sus propias necesidades y preocupaciones, y hagan lugar. A menudo, el cónyuge no necesita una solución a sus problemas, sino simplemente ser escuchado, sentir que alguien ha reconocido su dolor, su desilusión, su temor, su enojo, sus esperanzas y sus sueños”.
Si uno escucha bien los sentimientos del otro se ponen las bases para la solución del problema, ya que el hablante puede obtener un mejor enfoque o quien escucha puede brindar una buena idea. Las sugerencias y los consejos también son buenos, pero solo después de haber escuchado las pasiones y los sentimientos. Quien escucha con buenas intenciones podría intentar dar una devolución demasiado pronto y quien habla, inundado por sus sentimientos, sería incapaz de aceptar el don.
Traducido por Lorena Clara Klappenbach
Artículo publicado en la edición Nº 613 de la revista Ciudad Nueva. El original fue publicado en Living City de Estados Unidos.
*Denis Boyd trabaja como psicólogo en su consultorio privado en Coquitlam, British Columbia, Canadá.