Desde que se conocieron, el director Martin Scorsese y la escritora satírica Fran Lebowitz, ambos mantienen una pródiga amistad.
Lo ratifica la miniserie que Netflix estrenó a principios de año, acerca de la ciudad emblemática de los Estados Unidos: ‘Supongamos que Nueva York es una ciudad’ (Pretend -It’s a city).
La serie es una gran excusa para oír divagar a Lebowitz sobre Nueva York y sus ruidos, su exceso de habitantes, su carácter agotador a la par que adictivo.
Cada uno de los siete episodios giran en torno a temáticas diversas. El parloteo de Lebowitz puede acabar muy lejos del punto muy concreto del que partió, arrancando desde los choferes de buses neoyorquinos, para llegar (sin saber como), al sabor del cilantro.
El primer episodio es una introducción a gozos y sombras neoyorquinas. Lebowitz despotrica contra Times Square, “el peor barrio del mundo”, asegura; cuando vas a ver un espectáculo en esa zona, minimiza tu incursión por la zona.
Hay un episodio donde Fran reflexiona sobre los misterios del talento, o las cualidades terapéuticas del sonido Motown, y evoca aquella vez que su amigo y memorable contrabajista Charles Mingus la persiguió por la calle.
En el episodio dedicado al transporte urbano, la referencia de Lebowitz a los taxistas neoyorquinos acelerados sirve al director para imágenes de su inolvidable realización de los 70’ Taxi driver. Otros capítulos giran en torno al dinero, los deportes o librerías y bibliotecas. Lebowitz declara: “Soy totalmente incapaz de tirar un libro. Para mí es como tirar a un ser humano”. No hay planos descuidados y la fotografía de Ellen Kuras captura la metrópolis prepandémica de un modo magnífico.
En suma, ‘Supongamos que Nueva York es una ciudad’ es una delicia para radioviajar en todo tiempo, una sana costumbre que debemos cultivar. Aunque sea para hacerlo mentalmente, tal como nos lo propusiera en el siglo XIX, el futurista Julio Verne.