Empresas para la vida

Empresas para la vida

Entrevista a Pedro Tarak – Se trata de uno de los cofundadores de Sistema B, que tiene como objetivo crear un sistema económico inclusivo, equitativo y regenerativo para todas las personas y para el planeta.

Escuchar a Pedro Tarak es contagiarse de su entusiasmo y esperanza. Su apertura y frescura derribaron inmediatamente las distancias lógicas que marcan la virtualidad. Y la hora y media que duró la charla de domingo al mediodía transcurrió como si se tratara de un familiar, un amigo, que está contando su experiencia de vida.

Lo hizo con tanta pasión que es evidente que esta nueva idea de pensar la economía y la empresa le corre por las venas, la transmite con lujo de detalles y con decenas de ejemplos concretos –que difícilmente podríamos enumerar en este limitado espacio– demostrando que no es una ilusión sino una realidad, capaz de cambiar el presente y el futuro de las personas, de la sociedad, del planeta.

Si bien el nacimiento de Sistema B se concretó en abril de 2012, vale la pena entender cuál fue la semilla que comenzó a brotar dentro del corazón de este empresario y emprendedor de 68 años, mientras participaba en 2009 de una conferencia en Estocolmo sobre el estado de salud de la Tierra: “Me quedé angustiado al escuchar sobre el límite ecosistémico planetario y cómo la huella humana estaba ya superándolo. Esto indica que estamos contando los años para que termine el proyecto humano en la Tierra”.

Ese primer sacudón se completó cuando a finales de ese mismo año asistió a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Copenhague donde “empecé a darme cuenta de que el sistema intergubernamental es de dominio de los estados nacionales y que estos defendían sus propios intereses, acompañados de intereses privados. Es decir, todo por encima del interés global, del interés por el proyecto humano en la Tierra. En los representantes de esa conferencia estaba presente todavía la lógica de la maximización de los rindes y de la rentabilidad”.

“¿Quién defiende los intereses del proyecto humano y de la vida?”, se preguntó quien a su vez es abogado especialista en derecho ambiental y que veía que la organización fragmentada de estado-empresa-sociedad civil iba a hacer crecer más la inequidad, ya que así “no se está reduciendo el empobrecimiento de la vida”.

“Tuve una crisis importante”, reconoce y se abre para contar una íntima experiencia con su padre. “Mi viejo a los 70 años dijo que iba a demostrar que soñando, emprendiendo y actuando podría vivir hasta los 100 años porque de esa manera se regenera la vitalidad de uno mismo. ¿Qué tipo de emprendedor era él? Uno que no pensaba para él sino para la vida y el planeta, un emprendedor sistémico, holístico. Decía que somos parte de una manada pero cada uno con su originalidad, con ese regalito que cada uno trae a esta vida, con los dones y talentos que tenemos que distribuir por todos lados”.

En febrero de 2009 su padre cumplió los 100 años de vida y mientras compartían un momento a orillas del lago en Bariloche le comentó a Pedro: “Qué rápido pasaron mis 100 años”. Pedro cuenta que se quedó duro y pidió alguna inspiración para dar una respuesta, que le nació a modo de múltiples preguntas: “¿Vos pensaste que dos veces tu vida llegamos a la fundación de este país? ¿Y que cinco veces tu vida fue el encuentro entre Europa y América? ¿Y que 20 veces tu vida y le decimos mucho gusto a Jesús? Tras un largo silencio, me contestó: ‘Sí, la vida del mundo en la Tierra, como creación humana, es muy corta’”. Esa conversación me caló hondo y me interpeló sobre qué haría en mi próximo ciclo. Entendí que soñar tenía que ver con qué vamos a hacer, es decir, mi ser colectivo. Y me cayó la ficha”.

Dejó la organización AVINA, de la que fue el primer representante en América latina, convencido de las conclusiones a las que había llegado: “Esta manera de autoorganizarnos, con el Estado, las empresas y las ONG por separado no nos sirve para solucionar nuestros problemas de gran escala; el mayor número de organizaciones humanas después de las familias son las empresas; el mayor número de intercambios diarios en todo el mundo son de naturaleza comercial, económica. Entonces mi cabeza tiene que cambiar de lugar, en vez de pensar que la sociedad civil va a organizarse para hacer propuestas, necesitamos reordenar todo en otro espacio, crear un nuevo espacio del mercado con todos sus actores e interconexiones pero con otra genética”.

Fue una revolución. Se convirtió en un pequeño inversor, empresario, primero en la microeconomía y luego en la macro y se involucró en el mercado, “una palabra que no me gustaba, sobre todo por las connotaciones negativas que tiene”, reconoce.

“Creo que tenemos un nuevo horizonte si cambiamos la genética de las empresas”, afirmaba en sus clases en ese entonces y lo explicaba: “Que en vez de tener el propósito de ganar plata, sea resolver un problema social ambiental. Esto es posible. Encima el problema se convierte en la oportunidad del negocio. Y existen un montón de aliados a favor de eso”, situación que ya había comprobado con su experiencia en Guayaki, una empresa de bebidas energéticas orgánicas de yerba mate dedicada a la regeneración del Bosque Atlántico Sur y el sentido de comunidad de sus habitantes.

Llegó a sus oídos la existencia de las B Corps en Estados Unidos y al investigar de qué se trataba no lo dudó: “Es esto lo que tenemos que hacer en América latina”. Enseguida se puso en contacto con sus pares María Emilia Correa, Gonzalo Muñoz, Juan Pablo Larenas, con quienes ya venían intercambiando ideas en este aspecto, y viajaron a Nueva York para conocer a los creadores de esta nueva forma organizacional en la que en lugar de pensarse lo económico por un lado y la Responsabilidad Social Empresaria por otro, se trata justamente de integrar la creación de valor ambiental, social y económico en la naturaleza de la empresa.

Su espíritu de trabajo colectivo y pensando siempre a gran escala los llevó a globalizar la idea, transmitiéndola en Europa y América latina: “No queríamos solo hacer Empresas B, sino responder a la necesidad de volver a unirnos en nuestras sociedades, dañadas por el alto nivel de polarización que tienen. Necesitamos crear un nuevo espacio y hacer una transformación sistémica. Así nace Sistema B, como alternativa al sistema A que es el que todos conocemos”.

Sistema B cuenta actualmente con 700 empresas en América latina y con 4000 en todo el mundo. Son las que según Tarak, “ayudan a redefinir el concepto de éxito de las empresas, del mercado y de las economías, y nos ayudan a transformarlos por una economía inclusiva, equitativa y regenerativa para todas las personas y para el planeta, es decir, para la vida, en el sentido más integral de la palabra. En ellas está todo conectado: el propósito, el sentido y la trascendencia de la empresa. Es un diseño que permite la virtuosidad a 360 grados”.

Para conocer más ingresar a www.sistemab.org

Artículo publicado en la edición Nº 632 de la revista Ciudad Nueva

  1. Roberto Hernández 8 noviembre, 2021, 19:07

    Hoy las empresas tienen como objetivo maximizar el retorno sobre la inversión.
    Cual/cuáles serían los objetivos de la empres B ??

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