Son los valores que este joven chileno, del movimiento Chicos por un Mundo Unido, busca transmitir a través de las acciones por el cuidado del medio ambiente realizadas junto a sus compañeros.
Por Javier Díaz Rodríguez
Toda la vida me ha gustado mucho y he sentido una conexión especial con la naturaleza. Además, como a mis abuelos les gusta jardinear, cuando era pequeño e iba a sus casas pasaba un buen rato acompañándolos y ayudándolos con las plantas.
Tres años atrás noté el daño que la humanidad le estaba haciendo al planeta. Me pareció terrible, pero de igual manera lo dejé pasar. ¿Qué podía hacer un simple adolescente para ayudar a cambiar la realidad del planeta? Hasta que un día una tía abuela me invitó a participar en un Foro de Desarrollo Sostenible que se realizaría en la sede de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Quedé asombrado. No me imaginaba qué iba a hacer yo entre tantas autoridades y adultos, pero después me entusiasmé porque mi tía me animó a invitar a más adolecentes a participar, porque éramos nosotros los que debíamos marcar territorio y hacernos parte de las tomas de decisiones. Debíamos alzar la voz, ya que el futuro nos pertenece, no a los adultos, y debemos construir el mundo y la sociedad en la cual queremos vivir.
Le pedí ayuda al orientador de mi colegio para buscar otros compañeros y compañeras que quisieran participar y que compartieran preocupaciones por las distintas problemáticas sociales y ambientales. Fue así como unos días antes del evento en la CEPAL, ya teníamos el grupo listo.
En el Foro pudimos conocer sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), las distintas acciones que estaban realizando los países de América Latina y el Caribe en torno a los ODS, y también supimos de distintas organizaciones e iniciativas que estaban trabajando para el cumplimiento de estos objetivos, e incluso tuvimos la oportunidad de expresar nuestra opinión ante todas las autoridades presentes.
Una de las iniciativas que más me llamó la atención fue CONCAUSA, de la ONG América Solidaria, que trabaja especialmente por la superación de la pobreza infantil. CONCAUSA trabaja y apoya a los adolescentes y sus proyectos en torno a los ODS, empoderándolos para ser reales agentes de cambio en y para el mundo.
A nosotros nos pareció una idea fantástica para que pudiéramos hacer realidad nuestras ideas y generar los cambios que creemos que son necesarios para sanar la sociedad y el planeta. Con dos compañeras decidimos crear un proyecto de educación. Lo postulamos al programa CONCAUSA y no calificó, porque nos faltó tiempo para trabajar mejor las problemáticas que queríamos abordar en nuestra comunidad. Mis compañeras se desilusionaron y me quedé casi solo en esto.
Unos días después, el orientador me dijo que, dado el interés y la sensibilidad mostrados por los jóvenes del colegio ante el tema del Desarrollo Sostenible, CONCAUSA había decidido llevar a cabo un taller llamado Accionadores, el cual nos enseñó a abordar de manera correcta las distintas problemáticas que había en nuestra comunidad, a elaborar un proyecto y poder trabajarlo de mejor manera. Nos volvimos a reunir con mis dos compañeras y otro compañero y buscamos dicha problemática dentro de nuestro propio ambiente, el colegio. Nos dimos cuenta de que en varias locaciones del colegio había “basura” tirada en el suelo y que del mismo modo alumnos, profesores y administrativos generaban residuos sin ninguna conciencia de cuánta cantidad se acumulaba ni dónde terminaban la mayoría de ellos.
Nos propusimos concientizar a la gente sobre el daño que estaban haciendo a la biodiversidad del planeta y ayudar con la reducción, reutilización y reciclaje de los residuos de nuestros compañeros y compañeras, y crear una cultura ecológica en estas generaciones que vivirán las consecuencias más fuertes de la crisis climática si no hacen nada al respecto.
Eco-Educación
Así llamamos al proyecto. Observamos que gran parte del residuo que se producía eran cajitas de jugo de Tetra-Pack. Entonces creamos contenedores a partir de este material para separar residuos en los salones de clases y los llamamos “Econtenedores”: uno para papel, otro para botellas plásticas, otro para envoltorios plásticos y finalmente uno para Tetra-Pack. Los envoltorios y botellas plásticas los usamos para hacer eco-ladrillos, que pueden servir para construir. Algunas botellas también las usamos para recolectar colillas de cigarrillos que se tiraban afuera del colegio, logrando cada vez más conciencia en los fumadores. Es un gran avance.
Hemos podido enseñar a reciclar y reutilizar los residuos a nuestros compañeros y compañeras y ahora en sus casas también lo hacen, lo cual es muy bueno para terminar con la cultura del consumo y desecho.
Luego de un año trabajando con Eco-educación en nuestro colegio postulamos nuevamente al programa CONCAUSA. Esta vez sí quedamos seleccionados para representar a Chile en un encuentro continental que se realiza cada año en nuestro país y en el cual participan proyectos de las tres Américas.
La experiencia de ese campamento fue inolvidable. Conocí a personas de muchos países de todo el continente. Cada uno venía de una realidad y con una cultura diferentes, usábamos distintas jergas, lo cual nos sirvió mucho para conocer las diferentes realidades, y aunque fuéramos todos distintos, nos sentíamos iguales. Éramos y somos familia, una generación que lucha por un futuro más empático, más unido y solidario, donde no se nos discrimine por ser de una etnia u otra, o por ser menores de edad y tener una opinión.
Aprendimos a trabajar mejor en equipo y a saber que todas las realidades y contextos son diferentes, entonces no debemos opinar sobre algo que realmente no conocemos o no hemos vivido, sino trabajar con la gente que ha vivido las diversas realidades de la sociedad y así construir un mundo mejor, tomando todas las perspectivas en cuenta.
El encuentro duró seis días y tuvimos que ir a la CEPAL a exponer en un discursofrente a las autoridades de América Solidaria, UNICEF y CEPAL las realidades que vivíamos cada uno en nuestras comunidades y países, y de qué manera estábamos aportando.
Sigo conectado con todos esos jóvenes. Trabajamos casi todos los días por video llamadas organizando lo que haremos próximamente como jóvenes. Uno de los proyectos en los que trabajamos se llama “1000 Acciones por un Cambio”, que trata de generar acciones ecológicas para mitigar la crisis climática y del cual soy el representante en mi país.
Por último, como Chicos por un Mundo Unido hemos incluido estas problemáticas en nuestros campamentos y encuentros, enseñando a otros chicos y chicas a hacer los econtenedores. También hemos realizado charlas sobre la cultura de desecho y cómo romperla. Una manera de pasar estos conocimientos a las generaciones más pequeñas.
Artículo publicado en la edición Nº 626 de la revista Ciudad Nueva.