Se combate al este del río Eufrates contra los restos del califato terrorista surgido en 2014. Es territorio sirio, pero allí manda los Estados Unidos.
Baghuz Tahtany es el último bastión del Isis en Siria y está siendo atacado desde el aire y desde tierra. Su destino es el de terminar arrasado y con él los 500 milicianos, o más, que lo defienden. Muchos son extranjeros, incluso europeos. Con ellos están sus mujeres, rigurosamente cubiertas de pie a cabeza dejando entrever solo sus ojos, y unos dos mil civiles locales, utilizados como escudos humanos. Hay un corredor humanitario al costado de campos minados que se puede recorrer para salir de la ciudad, cada vez más reducida a escombros. Los que se atreven a desafiar a los terroristas del Isis buscan refugio de ese modo para entregarse a las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), la milicia curda que rodea Baghuz Tahtany, respaldada por la coalición que lidera los Estados Unidos. Si los pillan los yihadistas, los matarán en el lugar. Ya ha ocurrido. De vez en cuando, lo hacen algunas viudas de milicianos, con sus hijos. Muchas son jóvenes sirias que han sido arrastradas por el Isis para satisfacer sexualmente a sus miembros. No es infrecuente que hayan nacido hijos que comparten las penurias de la guerra.
Desde el alto, aviones y drones vigilan y bombardean la ciudad, allí donde detectan la presencia de núcleos de combatientes del Isis y sus baluartes. Los drones buscan a menudo a milicianos que se mueven en moto o dejan caer bombas. Desde tierra, la artillería francesa respalda la acción, mientras que las tropas curdas de la FDS van avanzando sobre el terreno. Son eficaces y valientes, pues combaten creyendo que liberan un territorio que podría ser mañana su Curdistán. El tiempo dirá si es o no un nuevo engaño. Se enfrentan a los restos del califato terrorista, conformado por combatientes entrenados de diferentes países: afganos, chechenos, sauditas, turcos y los mencionados europeos. No tienen ya más nada que perder y es posible que luchen hasta lo último. Ocupan un área que se restringe a cada momento, pues no pueden oponerse a tanto poder de fuego.
Estamos en territorio sirio, pero no es el ejército regular del gobierno de Damasco el que realiza la ofensiva, sino la coalición de 79 países que lidera los Estados Unidos, junto con las milicias curdas. Los que logran escaparse, creen haberse entregado a los turcos, como les han explicado los traficantes que les cobran unos 2 mil dólares para ponerlos a salvo. Pero terminarán interrogados por agentes enmascarados de la CIA y del FBI, interesados particularmente en las mujeres europeas que han viajado para ser las mujeres de los terroristas. La prensa suele indicar que el régimen del presidente Assad no está en condiciones de ganar la batalla. Lo que no dice es que la coalición, con su poder militar, no se lo permite, violando alevosamente su soberanía territorial. Superar el río Eufrates, significaría exponerse a la reacción militar aliada. Es parte del capítulo de esta guerra por procura que se combata alejados de la diplomacia y de los protocolos políticos. Una guerra sucia de la que veremos más adelante algún fragmento cuando tomará forma en una película o en una novela, contando la historia de un grupo terrorista que ha cumplido con el mandato de realizar el trabajo sucio de desestabilizar y devastar dos países, para luego ser eliminado sin más. Habrá pasado suficiente tiempo para que nadie recuerde bien los hechos. Como en “Green zone”, el filme que relata la infructuosa búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak al otro día de la invasión de Estados Unidos. Y que confirma que fue una mentira la principal razón ofrecida al mundo para justificar la invasión y la guerra contra ese país. Pero en tiempos de post verdades, la memoria es cada vez más escasa.
Los sirios y sus aliados rusos e iraníes podrían contar muchas de estas historias reconstruidas al arrebatar territorio y ciudades al Isis y a otros grupos armados, al encontrar oficiales sauditas, norteafricanos, israelíes, franceses, estadounidenses o al reconstruir los hechos con los testimonios de los propios yihadistas… Lo hacen en sus países, pero no tienen eco en la prensa occidental. Ha sido establecido en el guión que son el bando de los “malos”, por lo que su versión no es fidedigna. La verdad se cuenta desde el salón oval de la Casa Blanca. ¿Ustedes pueden creerlo?