Por 61 votos contra 20, la Cámara Alta ha votado por interrumpir el mandato de la ex presidenta. Una victoria de los mercados y de lo peor de la política, presentado como un triunfo de las instituciones.
Era difícil que el desenlace fuera otro. Luego de los descargos presentados por la, ahora, ex mandataria, este lunes y del debate que siguió, la Cámara Alta llegó a la instancia del voto definitivo. Apenas 20 senadores votaron por rechazar la destitución y 61 votaron a favor. Hubiesen sido necesarios 54.
Concluye así un proceso que deja en evidencia problemas y dudas en lo institucional.
En primer lugar, el partido de Dilma, el PT, paga el precio de su pragmatismo: creyó que era posible gobernar con una corrupción compleja de erradicar. Pero esta actitud se volvió un boomerang: su discurso sobre la justicia social, pese a haber sacado de la pobreza a millones de brasileños, naufragó ante el “espectáculo” de su propia cúpula política condenada a la cárcel o investigada por corrupción.
En segundo lugar, queda claro hasta dónde están dispuestos a llegar los poderes fácticos vinculados a la industria, las finanzas que han logrado barrer un gobierno del que no compartían el rumbo económico. Lo toleraron en momentos de vacas gordas, lo quitaron ante la actual coyuntura de vacas flacas. Los medios vinculados a estos sectores han instalado la idea de destituir a la presidenta responsabilizada de la crisis que vive el país.
Finalmente, asume un Gobierno liderado por la fuerzas hoy opositoras que contradicen el mandato electoral. Tenga o no culpas en cuanto a la crisis, la ciudadanía no votó a los que hoy están en el poder. Tres de sus ministros tuvieron que renunciar cuando aparecieron grabaciones en las que sostenían que habría que apartar a Rousseff para frenar las investigaciones de la Justicia sobre corrupción.
Lejos de ser un triunfo de las instituciones, es un día triste para una democracia que hoy ha sucumbido ante los poderes del mercado. La esperanza es que para la ciudadanía este episodio constituya un aprendizaje que tenga sus frutos en las próximas elecciones.