El secreto de la mirada de Chiara

El secreto de la mirada de Chiara

Los últimos meses de su vida. El miedo. El “sí”. El gracias silencioso de su “pueblo”.

Las últimas semanas de la vida de Chiara Lubich, a comienzos del año 2008, transcurrieron entre el hospital y su casa. Cuenta Flavia Caretta: “La imagen de la enfermedad ha estado presente varias veces en la existencia de Chiara: tal vez debido a esta experiencia directa suya sabía entender profundamente las vivencias de los demás. Sobre todo en los últimos años de su vida pasó por la prueba de distintas enfermedades, que requirieron frecuentes internaciones en el Policlínico Universitario Agostino Gemelli, de Roma, donde trabajé.

Los tratamientos, a menudo difíciles, eran para ella una llamada constante a ver en todo la voluntad de Dios, que vivía con docilidad, seriedad y compromiso, por ejemplo en la necesaria rehabilitación, cumpliendo fielmente los ejercicios, con frecuencia agotadores.

Junto a ella se experimentaba la solemnidad de cada momento del día. Cuando un médico, una enfermera o el personal de limpieza entraban en su habitación, su actitud era la de quien se prepara para recibir con todo su ser a aquella persona, con total disponibilidad, con la misma atención.

Un día, por la mañana, cuando los anestesistas recién habían retirado la sedación farmacológica administrada debido a la grave insuficiencia respiratoria, entro a su habitación: está somnolienta. Mientras controlo los últimos exámenes, siento que pronuncia mi nombre: me doy vuelta y me encuentro con su mirada. Me parece oír que pronuncia la palabra ‘miedo’. Pienso que se refiere al temor por su estado de salud. Me repite la pregunta e intuyo que quiere decir otra cosa, tal vez si yo alguna vez experimenté el miedo. Respondo que he experimentado temor, miedo, incertidumbre en varias circunstancias, pero que ella me dio la clave para enfrentar todo aquello. ‘Tú nos enseñaste que Jesús, en su abandono, asumió en sí todo temor, y en el amor a él encontramos la fuerza para superarlo’. En el silencio de Chiara advierto que el diálogo no ha terminado y me siento impulsada a preguntarle: ‘Chiara, ¿tú tienes miedo?’. Es evidente que está esperando justamente esta pregunta y me responde: ‘muchísimo’, repitiendo la palabra con todas sus fuerzas. Espontáneamente le digo: ‘Chiara, queremos asumir nosotros este miedo, lo enfrentamos juntos con Jesús en medio. Tú solo piensa en seguir los tratamientos, sin otras preocupaciones’. Con mirada profunda dice un ‘sí’ con gran solemnidad, acompañándolo con un gesto de la cabeza. Parece aliviada y se prepara para descansar. Se revela su grandeza al permitir que una de sus hijas repita una de las intuiciones más profundas de su espiritualidad, que tiene tanto que aprender de ella.

Las últimas 24 horas de su vida, transcurridas en su casa, en la habitación transformada en lugar sacro por el testimonio de su ser que irradiaba paz y serenidad, creo que han sido los momentos culminantes de la expresión de la ‘espiritualidad colectiva’. Hasta el último suspiro, de hecho, Chiara se dio completamente a cada una de las cientos de personas que pasaron a saludarla, deteniéndose junto a su lecho y recibiendo una fuerza interior que, creo, quedará en lo profundo del alma de cada uno”.

La última noche de Chiara en esta tierra, en efecto, fue un poco especial. Lo confirma Alba Sgariglia: “En el transcurso de pocos minutos, la noticia de que Chiara había regresado a casa y estaba muriendo se esparció como una mancha de aceite, de boca en boca. Nos encontramos todos allí, el pueblo de Chiara, en silencio y en orden. Cada uno con su vida, sus recuerdos de su relación con Chiara. Nos sentíamos como atraídos, arrastrados por la necesidad de agradecerle de alguna forma por el don de su vida. A medida que desfilábamos delante de ella, la impresión era que ella estaba, aun en esos momentos finales de su vida, a disposición de todos. Se dejaba ‘comer’ por todos. Cada uno le susurraba una palabra y ella afirmaba como podía, asintiendo o con un gesto, como si dijera: ‘estoy aquí, como siempre’. Hasta el final, hasta el último instante. Éramos tantos los que pasábamos delante de ella, y sin embargo Chiara estaba toda para cada uno, individualmente. Fue muy fuerte, emocionante, conmovedor. Es imposible de olvidar, es como una marca indeleble”.

Chiara Lubich parte al cielo a las dos de la madrugada del 14 de marzo de 2008, a la edad de 88 años. Las exequias son celebradas en Roma, en la Basílica de San Pablo Extramuros, el 18 de marzo, con la participación de miles de personas, entre ellas numerosas figuras civiles y religiosas que ofrecieron un testimonio público de aquello que Chiara significó en sus vidas y para la sociedad. Los restos descansan en la capilla del Centro Mariápolis de Rocca di Papa, junto a los dos cofundadores de la Obra de María: Igino Giordani y Pasquale Foresi.

Publicado en Città Nuova y traducido por Lorena Clara Klappenbach.

Enfermedad y muerte

Si las enfermedades se miran […] solo con los ojos humanos no puede decirse otra cosa más que son desgracias. Pero si se miran con ojos cristianos, vemos que son pruebas en las cuales debemos ejercitarnos para la gran prueba, que a todos nos espera, cuando tengamos que enfrentar el pasaje a la Otra Vida.

Firenze, 17 de mayo de 1986, Cada vida pide amor.

Discurso en el congreso del Movimiento por la Vida

Me han preguntado algunas veces si tengo miedo a la muerte. Bueno, puedo haber sentido miedo, pero en este momento, gracias a Dios, no […]. Si tú, durante tu vida, has tratado de hacer algo por Él, en ese momento Él viene a tu encuentro, pienso, con toda la benevolencia […].

Más bien tengo miedo de todos los dolores que pueden preceder a la muerte, del terror que provenga, tal vez, de dolores demasiado fuertes, como observo en muchas personas, de no resistir, no sé, de quejarme, de… Pero también aquí me consuela justamente el Cristo que he seguido: Jesús crucificado y abandonado que gritó: “Dios mío” […], así que soportará también mis gritos, es decir, soportará los lamentos, no es que pretenda que uno sonría en ciertos momentos.

Marino, 5 de diciembre de 1990 – El tabú de la muerte. De un entrevista de la periodista Margaret Coen

Artículo publicado en la edición Nº 627 de la revista Ciudad Nueva.

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