Los 2.600 habitantes de Wildpoldsried producen 7 veces la energía que consume y vende el excedente gracias al Sol, al viento y a los excrementos.
Para llegar al pueblo de Wildpoldsried, hay que recurrir a un mapa detallado de Alemania detallado, en el que aparezcan localidades más pequeñas, siendo habitado por apenas unos 2.600 habitantes. Hay que tomar la ruta 96 que sale de Múnich en dirección oeste para luego desviarse al sur por la 7, hasta Kempten y luego meterse en el mundo rural de Alemania.
El viaje debería servir para conocer no solo un lugar en el que toda la energía que se utiliza proviene de fuentes renovables, sino que la principal materia para la producción de electricidad, agua caliente y calefacción y para que cada familia disponga de un segundo ingreso para su economía proviene del estiércol de las 70 vacas que pastorean por los campos cercanos.
Al llegar a Wildpoldsried se pueden observar los 7 aerogeneradores dispuestos sobre las elevaciones naturales de los alrededores. Los techos de casas, establos y demás construcciones disponen de paneles solares. También se puede ver la planta de biogás que transforma el estiércol de las vacas en agua caliente, necesaria para la calefacción durante los largos y rígidos inviernos. Los habitantes del pueblo producen 7 veces la energía que consumen, es decir, podrían abastecer los consumos domésticos de una ciudad de 30 mil habitantes, lo que para ellos se traduce en un negocio pudiendo vender ese excedente de energía producido. Juntos, son socios de la empresa que vende la energía que producen.
El giro en la vida de los habitantes de Wildpoldsried se dio a mediados de los años 90, cuando constataron que difícilmente dispondrían de servicios como un consultorio médico, una piscina o un teatro, pues no era un pueblo rico y más bien los jóvenes debían migrar para conseguirse un mejor futuro. Gracias a las ideas ecologistas que en Alemania tienen amplia llegada popular, y a la legislación que favorece invertir en energías renovables, los ciudadanos de Wildpoldsried, comenzaron primero a tomar la decisión de abaratar el costo de su boleta energética con paneles solares y molinos de viento, hasta que a alguien se le ocurrió utilizar los excrementos del ganado para producir energía y, sucesivamente, aprovechar la conexión al sistema para venderla.
Desde 2012, toda la energía que se produce es renovable y el excedente permite ganar 0,8 dólares por kilovatio, al tiempo que los residuos orgánicos de las vacas sirven para el 90 por ciento de la energía producida.
La iniciativa ha sido apoyada, por un lado, por el gobierno alemán que, desde el desastre de Fukushima, en 2011, promueve las energías verdes e intenta reducir el aporte del nuclear y, por otro por la empresa Siemens y un par de universidades que diseñaron los 4 km de red de tubería que cruza en profundidad el suelo del pueblo y la red de monitoreo del sistema.
Ciudadanos organizados y una sociedad civil activa, entorno legislativo favorable, visión de futuro han permitido este resultado. Hoy para algunos habitantes, el 80 por ciento de sus ingresos vienen del sol, el viento y… el estiércol.