El gesto de del Patriarca Bartolomé I de reconocer la independencia de los ortodoxos ucranianos ha provocado la separación de la Iglesia de Rusia.
Se ha consumado el cisma entre los Patriarcados ortodoxos de Rusia y de Constantinopla, los dos más importantes de la Iglesia ortodoxa. El motivo ha sido la iniciativa del sínodo del Patriarcado de Constantinopla de reconocer la autocefalía (independencia) de la Iglesia ortodoxa de Ucrania, separándola del Patriarcado de Moscú. La ruptura se produce no por motivos religiosos sino de tipo administrativo, territoriales e incluso políticos. La ruptura fue del Patriarcado de Moscú, que se reunió en Minks (Bielorrusia), donde tomó esta decisión.
Las iglesias ortodoxas mantienen un fuerte vínculo con un pueblo y un territorio con una presencia mayoritaria en Rusia, Grecia, Bielorrusia, Chipre, Creta, Bulgaria, y en antiguos territorios soviéticos. Esto conduce a una sensible dependencia de los gobiernos de sus países. Es un punto que se abordó en el último sínodo panortodoxo, del año pasado 2017, pero sin hallar una solución. La vinculación territorial hace que las Iglesias ortodoxas sean autocéfalas a nivel nacional o abarcando más países, siendo el Patriarca de Constatinopla (Estambul) la autoridad dotada de un primado que no implica una jurisdicción sobre los demás patriarcados nacionales que son iguales en cuanto a autoridad.
La ruptura del Patriarcado Ortodoxo de Rusia, conducido por el patriarca Kirill (a la derecha en la foto), con el Patriarca Bartolomé I de Constantinopla (a la izquierda), es grave. Supone que ahora Moscú no reconoce el culto, ni comparte los sacramentos con las iglesias bajo jurisdicción canónica del Patriarcado de Constantinopla, por lo que los fieles rusos no podrán asistir a misa ni recibir sacramentos en los territorios “canónicos” del patriarcado de Constantinopla (Turquía, Grecia, Creta, el Monte Athos, etc., además de las iglesias ortodoxas de la diáspora extendidas por los cuatro continentes). Esta ruptura de la comunión ha sido motivada por el reconocimiento por parte del sínodo del Patriarcado de Constantinopla de la jurisdicción independiente de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, en contra de la postura de Moscú que considera que su jurisdicción abarca a la feligresía ucraniana, siguiendo una tradición que se remonta al siglo XVII. Sin embargo, el documento sobre el que Moscú fundamenta su jurisdicción, no es reconocido por Constantinopla como eficaz para determinar que la Iglesia ucraniana dependa de Rusia.
La situación refleja también la tensión existente entre los gobiernos de Rusia y Ucrania de los últimos años, donde vive una minoría rusa que en algunas regiones llega a ser mayoría. La crisis ha llevado a la anexión de Crimea a Rusia, al tiempo que en la región del Donbass hay rebeldes prorusos que se han levantado en armas. Sin embargo, desde que colapsó la Unión Soviética una parte de la Iglesia ortodoxa ucraniana ha querido independizarse del Patriarcado de Moscú y ha solicitado al Patriarca de Constantinopla que reconozca su autocefalía. Para los rusos, Ucrania es parte sustancial de la historia también política del país. Algo que no comparten buena parte de los ucranianos.
Desde que Ucrania se independizó de Rusia, el metropolita Filaret ucraniano, animado por espíritu nacionalista, estuvo a favor de un Patriarcado nacional, que fue proclamado unilateralmente en 1995. Esa iniciativa no fue aceptada por las iglesias ortodoxas excomulgaron a Filaret, que también perdió su estado sacerdotal como Patriarca. También fue excomulgado el metropolita Macarius, al autoproclamarse jefe de una iglesia ucraniana autocéfala, provocando la coesxistencia de tres iglesias ortodoxas en Ucrania dos cismáticas y una fiel a Moscú. Bartolomé I estuvo a favor de la proclamación de la autocefalía del Patriarcado de Kiev (Ucrania), y Kiril no pudo convencerlo de lo contrario.
El sínodo del Patriarcado de Constantinopla ha levantado la excomunión impuesta a los dos cismáticos, Filaret y Macarius, reconociendo su clero y sus parroquias y ha derogado el documento del siglo XVII que otorgaba a Moscú una jurisdicción sobre el territorio en discusión, que representa un 25% del total de sus 300 millones de feligreses, y un tercio de las 18.000 parroquias. Y eso se une a problemas internos de otras Iglesias con el Patriarcado de Moscú.
Intervienen por tanto motivos políticos y administrativos, pero mucho menos las cuestiones teológicas para determinar este cisma que sin duda aportará una cuota importante de obstáculo al camino ecuménico para el acercamiento entre las iglesias de la cristiandad.