El padre de la computación

El padre de la computación

El lunes 13 de abril de 1914, nacía en la ciudad de Buenos Aires Manuel Sadosky. Don Manuel fue un humanista mayúsculo, que abrió el camino para  el desarrollo de la computación.

Provenía de un hogar de inmigrantes de la región de Yekaterinoslav (Ucrania), que habían llegado a la Argentina en 1905.  Su padre tenía un taller de zapatería frente a la Escuela Normal Mariano Acosta, donde tuvo profesores de la talla del historiador José Luis Romero, o Alberto Fesquet quien le contagió su pasión por la naturaleza. Gracias al aliento de otro profe, Manuel se animó a cursar Matemática y luego se perfeccionó en Francia apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial.

A su regreso a la Argentina escribió la biblia del Cálculo Diferencial e Integral junto Rebeca Guber, un libro increíble que venía a suplir una carencia: la de los libros sobre matemática superior escritos en español. No en vano, Cálculo Diferencial vendió más de 120 mil ejemplares, a lo largo de veinte ediciones.  

El incansable Manuel no se quedó quieto:

  • Fundó el Instituto de Cálculo en la Facultad de Cs. Exactas. 
  • Trajo la primera computadora a la Argentina, conocida como Clementina.
  • En 1963, creó la carrera de computación científica en Argentina. 
  • Además de promover el desarrollo de la computación en Argentina, fue de los primeros en instalarse en la Ciudad Universitaria a ppios de los 60’, cuando la zona era tan sólo un páramo bordeado por el río, y los pabellones estaban aún en construcción.
  • Sentó las bases de la computación en Uruguay y Venezuela. 
  • Durante todo el gobierno del Dr. Alfonsín, fue secretario de ciencia y técnica. 

Su legado por la ciencia aplicada al servicio de la humanidad es enorme. Su labor merece ser reconocida y difundida. ¡Feliz cumple don Manuel! 

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El matemático versátil

El matemático Manuel Sadosky fue uno de los siete hijos de un matrimonio de rusos que llegaron a la Argentina, huyendo de las persecuciones antisemitas en el Imperio de los Zares. Sus padres deben haber forjado un hogar fuera de lo común, porque desde el oficio paterno de zapatero, cinco de sus hijos se graduaron en la Universidad de Buenos Aires. Manuel fue el mas pequeño de los siete. 

Nació el lunes 13 de abril de 1914 en Buenos Aires.  Quiso el destino que su padre Note (Natalio), tuviera su zapatería enfrente del Colegio Normal Mariano Acosta, de Urquiza y Moreno, en pleno barrio porteño de Balvanera. Todos los Sadosky fueron a ese brillante colegio. Manuel empezó a dar clases particulares, cuando cursaba quinto grado de la escuela primaria. Siguió dándolas durante más de treinta años, a precios módicos.
Su pasión por la enseñanza era tal que cada vez que le presentaban a un chico que le caía simpático, le hacía una pregunta matemática, y lo ayudaba a resolverla. Un cultor del método socrático, que suelen enseñar los profesores de lógica y filosofía, aunque difícilmente se ocupen de practicarlo…

Una vez que ingresó a universidad, luego de un escueto paso por la facultad de ingeniería, se volcó a la licenciatura en matemática, que se cursaba en la facultad de ciencias exactas y naturales. Manuel estudiaba con el enorme tratado de análisis matemático de Goursat, amén de leer textos políticos, novelas, obras históricas y filosóficas en cuatro idiomas.

Luchó contra el fascismo, y contra toda clase de autoritarismo. Enseñó en la Universidad Nacional de La Plata, hasta ser cesanteado en 1945. Allí sobrevendría un período donde fue docente en la vecina universidad de la República del Uruguay.

Entre sus aportes, podemos citar: haber sido el primer especialista argentino en cálculo numérico, en una época donde la matemática argentina viraba hacia la abstracción. Manuel insistía en “llegar a los números”, cuestión que trabajó fuertemente junto al matemático español Esteban Terradas, quien analizó los registros de mareas de la Argentina. 

Introdujo la computación en el país. Fue el primero en escribir sobre computadoras. Dirigió el primer Instituto de Cálculo del país, y gestó y llevó a cabo el proyecto de traer la primera computadora a la Argentina.

Por si esto fuera poco, instituyó la primera carrera universitaria en toda Latinoamérica que versaba sobre el tema, la de computador científico, allá por el año 1963!

Aquí no termina la versatilidad del buen Manuel Desde sus cursos y libros, reformuló la enseñanza de la matemática. Insistió en la claridad, y utilizó ejemplos de la matemática griega antigua. Escribió los primeros textos accesibles sobre Análisis Matemático en español. Cuestión que bendijo a los estudiantes de aquel entonces, que oscilaban entre los escuetos y erróneos apuntes, y los inabordables textos franceses, sin ejemplos ni figuras …
Quién no ha estudiado con el magnífico Elementos de Cálculo Diferencial e Integral de (Manuel) Sadosky y (Rebeca) Guber? Memorable libro en dos tomos, que no perdió vigencia.

Alentó a cuanto estudiante inquieto se le cruzara. Manuel alentaba de diversos modos: planteando problemas, respondiendo preguntas, recomendando libros, facilitando su compra por intermedio de la facultad.
Como si esto fuera poco, fue el primer secretario de ciencia y técnica con el gobierno democrático del Dr. Raúl Alfonsín, e implementó una experiencia única, como la ESLAI – Escuela Latinoamericana de Informática.

– ¿Que encendió tu pasión por la matemática?
Yo prefería la ingeniería, pero recuerdo una charla que dieron desde el Instituto de Conferencias del diario La Prensa, “Una lección elemental de geometría”, que me encantó.
Al día siguiente fui a la escuela, y el profesor me preguntó, “pero cómo, vos entendiste lo que dijo el ingeniero Enrique Butty?”, le expliqué que sí, y me preguntó si me animaba a repetirlo. De inmediato, intenté explicar la geometría euclidiana con lápiz y papel. Después de hacerlo, me sugirió que estudiara matemática. Después pasaron muchos años, terminamos la escuela secundaria, que era una cosa excepcional. Teníamos practicantes de la talla de José Luis Romero, o Jorge Romero Brest, que lograban crearnos una atmósfera especial. Mi maestro Alberto Fesquet, nos explicó una cosa que era la “escuela activa”. Donde en una materia, todo el curso, a lo largo del año estuvo abocado a hacer una pecera, para luego llenarla de agua, poblarla con peces, caracoles, plantas acuáticas y todo giró alrededor de eso. Estaba en sexto grado, y hasta sacamos una revista que se llamaba Vida.

Como si esto fuera poco, Manuel fue de los primeros profesores que se interesó en saber que hacían los estudiantes fuera de la universidad, como se componían los días de su vida, donde vivían, cuánto tiempo de viaje tenían, si trabajaban, cuántas horas. Una vera encuesta social. De este modo, amén de bregar por los docentes full time, que debían estudiar, investigar y publicar determinada cantidad de trabajos anualmente, como prueba del esfuerzo. También bregaba por los estudiantes full time, porque afirmaba que un esfuerzo sin el otro, eran mutuamente estériles. De este modo, a través de la Fundación Albert Einstein, varios estudiantes recibieron becas, para dedicarse por completo al estudio a lo largo de la carrera.

Sin embargo, Manuel fue mas allá, por eso afirmamos que es trascendente, tal como el bendito número e. Porque ya con todo esto que sucintamente relatamos, estamos frente a una figura impar. Pero el inquieto matemático, se preocupaba profundamente por la faceta humana. Sabía que infinidad de docentes, de aquel entonces, y de este siglo XXI en infinidad de colegios e institutos, mas que enseñar, infunden falsos temores a sus alumnos. De este modo, instaló nuevas prácticas, como para que los alumnos no tuvieran el temor reverencial frente a los exámenes, que provocaba fracasos injustificados. Para esto, Manuel instaló una modalidad de pre-examen, donde la charla era descontracturada, y socráticamente le hacía dos o tres preguntas claves, donde medía si el candidato estaba en condiciones o no. De este modo, si le faltaba estudio, Manuel le decía que aún no estaba listo. Si aprobaba, pasaba al examen, que era días después, donde le hacía algunas preguntas, pero el corpus central, ya estaba aprobado. 

Tenía esto algún andamiaje administrativo? Claramente no, esto ha sido una constante en las facultades de ciencia, en particular en la FCEyN de la UBA, donde la confianza es mutua. Del respectivo departamento hacia sus profesores, y de estos para con sus alumnos. Todo dentro de un marco de reciprocidad. Escribo esto y tiemblo, cuando veo abigarrados “docentes”, que recorren durante un examen la clase, buscando pescar in fraganti algún alumno. Esto no tiene nada que ver con el clima que proponía Manuel, por eso la  matemática y otras ciencias continúan siendo un misterio celestial. Por su inabarcabilidad/inaccesibilidad. Claro, el docente debe humanizarse y querer confiar, otrora toda relación fallará, particularmente, el proceso de enseñanza – aprendizaje. 

Manuel Sadosky, nos deja no solo su voluminosa producción, sino un concepto mucho más escueto, si uno quiere transmitir un conocimiento, primero debe establecer una relación con sus alumnos. Y esto se puede lograr mientras uno dicta los contenidos. Pero debe hacerlo reflexionando sobre los mismos, y variando el tranco según el auditorio en cada caso.

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