Los milicianos han huido en desbandada al desierto, en el este de Siria, luego de perder la ciudad de Abu Kamal. El fin cada vez más cerca.
Con la misma rapidez con la que el Isis (Daesh, en árabe) se expandió hace tres años, ocupando entre Siria e Iraq un territorio grande como la superficie de la provincia de Buenos Aires (unos 300.000 km2), el grupo terrorista también se está desmoronando.
El último golpe letal lo ha recibido perdiendo la localidad siria de Abu Kamal, entre las últimas plazas fuertes de la región de Deir Ezzor, que ha sido conquistada por el ejército regular respaldado por sus aliados libaneses, rusos e iraníes. Las fuentes señalan que los defensores de la localidad, entre 1.000 y 2.000 guerrilleros, han huido desbandándose en el desierto, donde todavía controlan una veintena de aldeas a lo largo del río Eufrates.
Deir Ezzor, la capital de la provincia que lleva el mismo nombre, ha sido liberada de la ocupación del grupo terrorista la semana pasada, lo que supuso una importante derrota. Ubicada en la zona oriental de Siria, en la frontera con Iraq, este territorio queda repartido en tercios: uno bajo control del Isis, otro a oriente del Eufrates controlado por la coalición que lidera los Estados Unidos y que en el terreno cuenta con la colaboración de las fuerzas kurdas de Siria, y el último tercio ha sido recuperado por el ejército regular de Damasco apoyado por Rusia.
El sector recuperado por Damasco es particularmente importante en el plano estratégico porque llega a comunicarse con la frontera de Iraq estableciendo una continuidad territorial y de vías de comunicación que describe la así llamada “media luna chiita”, que desde Irán pasa por Iraq (60% de la población es chiita), sigue por Siria (con mayoría chiita) y alcanza el Líbano (con una importante comunidad chiita, defendida casi como si fuera un estado federal por el grupo armado Hezbolah). Esta media luna chiita es clave en la confrontación, que es política, religiosa, social y a veces militar, entre la gran mayoría sunita de los pueblos de Oriente Medio, y los chiitas.
El Isis, además de una parte de la provincia de Deir Ezzor, se ha concentrado en otros enclaves, cerca de Damasco, la capital siria, en la frontera con Jordania y los Altos del Golán, controlados por Israel desde 1967. Pero han dejado de controlar importantes pozos petroleros, están rodeados (o casi) y con dificultad pueden reponer bajas y recibir abastecimiento. Como han previsto algunos expertos (el general Wesley Clark, ex comandante en jefe de la OTAN), el Isis ha nacido para ser destruido (y para realizar trabajo sucio). Puede que estemos cerca de su fin, al menos como grupo armado con control territorial. Los recientes acercamientos entre Rusia y Arabia Saudita, la mayor cooperación entre Moscú y Washington, hacen pensar que será difícil que el grupo reciba apoyos. Y lo saben bien los propios terroristas.