Como en otros casos, los terroristas aceptan irse al desierto evitando un choque final con el ejército sirio, que recupera el control de ese territorio.
La zona al sur de la capital de Siria volvió casi por completo bajo el control del ejército regular sirio. Los milicianos, siguiendo un esquema aplicado por en estos meses de lucha, han aceptado abandonar sus posiciones y evitar así la embestida de las fuerzas de defensa del Gobierno del presidente Bachar al Asad. Un grupo de buses ha cargado con los milicianos y sus familias embocando el camino hacia el desierto donde se están trasladando los guerrilleros del Isis.
De este modo, el ejército sirio está poniendo a salvo la población civil, evitando así lo más posible que los choques cobren víctimas inocentes. Desde el comienzo del conflicto, el Isis y otros grupos rebeldes pudieron instalarse en la proximidad de la capital, desde donde con frecuencia han bombardeado los barrios de Damasco. Obligado a hacer frente a decenas de milicianos hostiles que llegaron a Siria vía Turquía, Iraq y Jordania, y con el apoyo de las monarquías del Golfo, Estados Unidos, Reino Unido y Francia, el Gobierno tuvo que seleccionar sus objetivos, dejando lo más posible bajo el control de los rebeldes territorios poco habitados y defendiendo o recuperando otros sitios estratégicos. Las considerables bajas sufridas, la permanente presencia de escudos humanos han dificultado la tarea. Los éxitos cosechados en otras zonas, han permitido concentrar las fuerzas y dedicarse a liberar la zona cercana a la capital, la Ghouta, que de a poco ha vuelto bajo el control de las autoridades legítimas.
En una reciente reunión con el presidente ruso Vladimir Putin, gran aliado de Siria, el presidente Asad ha asegurado que garantizar la seguridad de Damasco es clave para poner en marcha un necesario proceso político en el país.