El gobierno planifica invertir unos 45.000 millones de dólares para reducir las emisiones de CO2 y, a la vez, sostener el crecimiento económico.
Cuando faltan tres días para la sesión anual de las Naciones Unidas en la que el tema del cambio climático será clave, el gobierno de Ángela Merkel está decidiendo la envergadura de un giro ecologista de su política. No es solo un tema teórico, sino de una maniobra que implicará invertir en ella unos 45.000 millones de dólares al menos.
El Ejecutivo está realizando maratónicas reuniones para definir los detalles y programar pasos, con precisión y previsión toda alemana. Pero también se trata de una última posibilidad de que los tradicionales partidos del país reunidos en una gran coalición (la CDU/CSU y los socialdemócratas del PSU) tienen capacidad de visión y de seguir conduciendo el país. De hecho, los medios de comunicación confirman en sus titulares que no está en juego solo la política sobre el cambio climático, sino la propia supervivencia de esos conglomerados políticos. En el país, el sexto en el mundo en emisiones de gases de efecto invernadero, existe una gran preocupación en torno a la cuestión ambiental. Las manifestaciones estudiantiles del movimiento “Viernes para el Futuro”, liderado por la joven Greta Thunberg, se repiten puntualmente y se extienden cada vez a más ciudadanos. Alemania ha asumido el compromiso de reducir en un 40% sus emisiones de CO2 para 2020, comparadas con las emisiones de 1990, y de reducirlas en un 55% para 2030.
Pero el gobierno estima que dichos objetivos no se alcanzarán al ritmo actual. Por ello está trabajando intensamente en un paquete de medidas que, además de cumplir con el compromiso asumido, permitan sostener la actividad económica. Y en esta tarea está en juego la credibilidad de la canciller alemana.