Tras las huellas de Chiara
Chiara fue invitada al Centro del diálogo interreligioso “Iniziativa e cambiamento” a Caux, Suiza (1) en el mes de julio de 2003. Casi como una constante de sus últimos años de vida, realizó en algunos de sus discursos una síntesis luminosa de su carisma que ponía en evidencia su novedad y su lógica: 1. Una antropología del don, no solo el otro es mi hermano, es algo más, ha sido creado como un don para mí. 2. El amor que concentra toda la ley y que Jesús llama suyo: “el amor recíproco”. 3. El diálogo como un instrumento concreto y válido para construir la paz y la unidad. Son tres puntos que no se pueden vivir separadamente, cada punto da sentido al otro. Si nuestro amor llega al diálogo, sobre todo en tiempos difíciles, es un amor sincero y esperanzador.
Fuimos creados siendo un don los unos para los otros y realizamos este, nuestro “ser”, si nos comprometemos con los hermanos y las hermanas, con ese amor que damos antes de recibir un gesto de amor por parte del otro. (…). Jesús nos dio el ejemplo, Él, que dijo: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por los otros” (Jn 15, 13), la dio realmente, la dio por nosotros pecadores y quizá en algún momento no precisamente amigos suyos.
Cuando tomamos la iniciativa de amar y este amor lo viven dos o más personas, surge el amor recíproco, que es el principio y el fundamento seguro de la paz y de la unidad en el mundo. Nuestra experiencia nos dice que para aquellos que se están preparando para mover las montañas del odio y la violencia, la tarea es gigantesca. Pero lo que es imposible para millones de hombres aislados y divididos, parece posible para personas que hacen del amor recíproco, de la comprensión mutua, de la unidad, la fuerza motriz de su vida.
Y todo esto tiene una razón, una clave secreta y un nombre. (…) Cuando nos abrimos unos y otros al diálogo de la bondad, de la estima recíproca, del respeto, de la misericordia, nos abrimos también a Dios y –en palabras de Juan Pablo II– “nos aseguramos de que Dios está presente en medio de nosotros” (2). Éste es el fruto de nuestro amor recíproco y la fuerza secreta que da vigor y éxito a nuestros esfuerzos para llevar por todas partes la unidad y la fraternidad universal. Es lo que anuncia el Evangelio cuando dice, si dos o más personas se unen en el amor verdadero, el mismo Cristo está presente en medio de ellos, por lo tanto, en cada uno de ellos. ¿Qué mejor garantía de la presencia de Dios, qué mejor oportunidad puede existir para aquellos que quieren ser instrumentos de fraternidad y de paz?
1- Ch. Lubich, ¿Pueden las religiones ser partners en el camino de la paz?, Caux – Suiza, 29.07.2003.
2 -Juan Pablo II, El diálogo interreligioso en el magisterio pontificio, Librería Editrice Vaticana.
Artículo publicado en la edición Nº 622 de la revista Ciudad Nueva.