Estados Unidos ha congelado los pagos del crudo que le compra a Caracas. Es un golpe muy duro para el gobierno de Nicolás Maduro.
Durante todos estos años de gobierno chavista, los Estados Unidos y Venezuela han seguido en el negocio de la compraventa de petróleo, pese a los frecuente chisporroteos diplomáticos entre Caracas y Washington.
En estos días, el presidente Donald Trump ha dispuesto el congelamiento de 7 mil millones de dólares de la filial norteamericana de la petrolera estatal venezolana, PDVSA, encargada de la venta del crudo en Estados Unidos. Pero la otra medida más dura ha sido la de disponer que el pago de los 600.000 barriles diarios que Venezuela vende a los Estados Unidos se sigua efectuando pero depositando el dinero en una cuenta bloqueada, hasta que no cambie la situación política en el país sudamericano.
De mantenerse esta medida, estamos ante un hecho que puede ser decisivo. La razón es que si bien Venezuela es uno de los grandes productores de crudo en el mundo, pese a que su petróleo no es de buena calidad y es costoso refinarlo, su producción ha bajado progresivamente de más de 3 millones de barriles diarios a los actuales 1,2 millones de barriles, e incluso menos. Tras esta reducción no hay ningún complot internacional ni guerra comercial, sino una cadena de impericia y desorganización que ha provocado una reducción notable de la refinación del crudo, incluso para la producción interna. Los pozos en funcionamiento son cada vez menos. El golpe implica una caída del 50% de los ingresos petroleros del país, que es la principal fuente de recursos.
En estas condiciones, no tiene mucho sentido seguir vendiendo petróleo a los Estados Unidos, ya que sería puro gasto sin compensación monetaria por el bloqueo de las cuentas bancarias. Para Venezuela significa un doble problema. Por un lado, debe abastecerse de 1 millón de barriles diarios de diluyentes para refinar petróleo que le compraba a Estados Unidos, sin los cuales no dispondrá de las bencinas para los autos; por otro deberá buscarse otros compradores de su crudo, pero eso implica un tiempo que, en la actual y dramática crisis económica del país, Maduro no dispone. No es éste un mercado que se improvisa de un día para otro. Rusia y sobre todo China podrían ser compradores para Caracas, pero Venezuela tiene importantes deudas con esos países, las que ingresarían en el negocio para ser compensadas, lo que significa menores ingresos de divisa para el gobierno venezolano y un nuevo quebradero de cabeza para Maduro.
¿Mantendrá la medida los Estados Unidos? Hasta ahora no había sido aplicada, pese a los contrastes con el chavismo debido a que los Estados Unidos sigue importando petróleo, en el orden de los 11 millones de barriles diarios, provisión de la que el crudo venezolano representa una cuota importante, que no es fácil reemplazar. Si la Casa Blanca pegó donde más le duele a Caracas, ese golpe puede tener repercusiones también en el país, donde se han realizado inversiones para adaptarse a las costosas condiciones para refinar el crudo del país sudamericano. Pero en esto hay una diferencia sustancial: mientras que Maduro soporta el malestar popular por una crisis descomunal, con una inflación fuera de control y en el orden de más de 1 millón por ciento anual, Trump puede apelar a la paciencia de sus electores ante una nueva cruzada anticomunista que incluso puede encontrar el apoyo de la gente en caso de problemas generados por la medida aplicada.
Puede que en las declaraciones de Maduro a la agencia rusa RIA Novosti haya aparecido algún intento de evitar la medida de Trump. El presidente de Venezuela afirmó que una conversación cara a cara con su par norteamericano permitiría a los dos entenderse. Sin embargo, también afirmó que el mandatario de los Estados Unidos ya ha dado la orden de asesinarlo. La diplomacia nunca ha sido una virtud del presidente chavista.
Estamos ante un salto de calidad en las relaciones entre los dos países y habrá que ver si la decisión de la Casa Blanca podrá forzar a un cambio sustancial de la situación política venezolana. Maduro se dijo disponible para nuevas elecciones nacionales (el Legislativo cuenta con mayoría opositora) pero no a elecciones presidenciales. En tales condiciones, hablar de diálogo político es mero ejercicio teórico. La pulseada sigue.