El año en curso arrancó con la peculiaridad de ser bisiesto, algo que sucede cada cuatro años. La marca del fin de semana, fue que el día “extra” tuvo lugar el sábado 29, y ahí nomás, arrancó marzo el domingo 1°. Vale decir, el “mes de las aguas” llegó así casi sin darnos cuenta, luego de la semana carnavalera y extra breve laboralmente hablando.
Tuvimos la apertura de las sesiones ordinarias, configurando un domingo con cadena nacional. Pero mi sorpresa fue la del lunes porteño, ya que antes de las 8 de la mañana por la ciudad de Buenos Aires se percibían rostros distintos, la de pequeños que regresaban al colegio: uniformes, delantales blancos e infinidad de chicos de las manos de sus padres caminando rumbo a su primer día de clases. Un padre que caminaba a escasos metros tuvo la “extraña” idea de musicalizar la caminata cantando el twist del estudiante, junto a su hija de seis añitos. Verdaderamente no comprendía el motivo del canto que me traía la imagen del twistero Pipo Cipolatti.
Seguí mi derrotero, y en la calle Libertad, frente a la escuela Presidente Roca, vi una madre que sonriente fotografiaba a sus dos hijos, con sus delantales planchaditos, posando para la imagen con una alegría indescriptible. Estos ya eran más grandecitos, rondaban los 10 años, cuando hablaron percibí un acento venezolano en sus diálogos. Allí la imagen de la escuela, como institución fraterna e integradora, me abrió la cabeza 180° e hice propia la alegría de esta familia. Me mostró la dimensión que se plasmó en el preámbulo allá por 1853, y se ratificó en 1994, al hacer carne aquello de constituir la unión nacional y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para todas las personas del mundo que deciden habitar el suelo argentino.
Por “algún motivo” las tres cuadras finales de mi recorrido tuvieron la alegría inmensa de abrir las puertas de casa, las del país, y saber de estas historias pequeñas y grandes al mismo tiempo, que hacen a nuestra Casa Común mucho más habitable.
Serán las aguas de marzo, o el twist del estudiante. Quizá sea la alegría del reencuentro.