Un pequeño bosque de chiparos, con sus fuertes raíces protegió de un enorme alud a los habitantes de El Carmen, un barrio de Mocoa, en Colombia.
El 1 de abril del 2017 una inmensa masa de piedras escombros y lodo arrasó con varios barrios de Mocoa, la capital del departamento de Putumayo. La catástrofe ocurrió luego de días en los que llovieron 600 milímetros de agua sobre la ciudad y sus alrededores. Desde el gobierno se declaró el estado de calamidad pública. Hubo 293 muertos, más de 300 heridos y 2.700 personas tuvieron que ser hospedadas en refugios de emergencia.
La tragedia, sin embargo, no produjo los mismos efectos en el caso del barrio El Carmen, que quedó en pie gracias a la conservación de un bosque primario compuesto principalmente por una especie de árbol llamada Chiparos (Zygia longifolia), pero en el que también había especies de cedros, cachimbos, palos negros, chontas y hasta algunas ceibas que evitaron un desastre de mayores proporciones en el norte de la ciudad.
El bosque, de apenas tres hectáreas, se conserva desde la construcción del barrio. En ese entonces, el bosque era de seis hectáreas, pero los vecinos sólo utilizaron la mitad de la superficie para construir sus casas, conservando la otra mitad para la vegetación. “Esa misma que nos salvó la vida”, comenta Bertha Solarte, residente del lugar. Lo confirma también el ministro de Medio Ambiente, Luis Gilberto Murillo, quien explica que “el barrio tiene una reserva de árboles y eso realmente evitó que la avalancha arrasara con él”.
En Colombia, si bien existen esfuerzos por combatir la deforestación, en lo concerniente a la conservación de bosques y ecosistemas vegetales en los cascos urbanos la situación no es tan clara. El último censo oficial de arbolado urbano es de 2007, y los estudios publicados más recientes son de 2010, los cuales indican que tan solo en la capital del país hay más de 18 habitantes por árbol cuando los estándares internacionales dicen que en las ciudades la población de árboles debe ser mayor que la de habitantes. El año pasado a nivel nacional se reportaron 124 035 hectáreas perdidas de bosque natural según el Sistema de Monitoreo de Bosques y Carbono, si bien el anuncio se tradujo en un 12 % menos respecto al 2014, el 60 % de la deforestación estuvo concentrada en 5 departamentos: Guaviare, Meta, Antioquia, Caquetá y Putumayo, epicentro de la reciente tragedia.
Un experto de la Corporación Autónoma Regional de la Amazonía (Corpoamazonía) aseguró “que este bosque primario fue primordial para que las pérdidas humanas y materiales no fueran mayores. El Chiparo logró, al ser sus raíces muy fuertes, no sucumbir al alud”. Las fotos aéreas tomadas por el ministerio de Medio Ambiente muestran que fueron los únicos árboles que quedaron en pie.
Hace diez años, el barrio El Carmen recibió un auxilio de 1.800 árboles, casi todos maderables, como parte de un programa de reforestación de una ONG. La gran mayoría fueron sembrados a orillas de la quebrada que pasa por detrás del barrio, permitiendo la conservación de la vegetación en la montaña y el mantenimiento del bosque.
Además, sus habitantes acondicionaron los caminos en piedra para no destruir el ecosistema.
Pero no solo este bosque es importante en situaciones como esta. Según Jairo Solorza, coordinador de la línea de biodiversidad y servicios ecosistémicos del Jardín Botánico de Bogotá, este tipo de árboles son imprescindibles porque “tienen una gran capacidad para absorber y retener agua, sus raíces le dan soporte y estabilidad al suelo lo que permite compactar la composición del mismo para que no se genere erosión”.
Según Solorza, la vegetación generó una estructura de soporte al suelo, sirvió como barrera y evitó que las viviendas sufrieran el impacto. Para él lo importante es que después de que la población se recupere de las pérdidas humanas y materiales se “reforeste lo antes posible porque los árboles son necesarios, en este caso si hubiera existido una mayor cobertura de bosque, se hubiera dado tiempo para generar una alerta y tomar medidas de contingencia”.
Sin embargo, El Carmen aún no tienen certeza del futuro, pues se ha ordenado evacuar la zona pues no hay abastecimiento de servicios públicos y lo único que tienen son las ayudas que han llegado de otros lugares como agua, alimentos y ropa. Pero lo cierto es que sus habitantes le deben la vida a su pequeño bosque.
Fuente: Mongabay
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Esto simplemente debe servir para reflexionar de todo el bien que nos hacemos cuando cuidamos la vegetación, la biodiversidad, los suelos y el medioambiente; en cambio cuanto daño cuando destruimos nuestra casa común. Leyendo este artículo retorno a mi infancia-adolescencia; el tema de los árboles y el suelo, los beneficios era tema familiar y escolar. Un día se hizo silencio, se cayo, se oculto POR CODICIA. Hoy tenemos que volver sobre temas que teníamos claros hace seis décadas atrás por lo menos. HAY SILENCIOS QUE MATAN.