La Selección Nacional de básquet logró una histórica victoria ante Francia por 80-66 y jugará la final frente a España el próximo domingo.
Los integrantes de la Selección de básquet no conocen de límites. Partido a partido superan la proeza anterior y ahora van por España, una potencia que de los últimos 15 partidos con Argentina venció en 14. ¿Asusta? Para nada, los muchachos de Sergio Hernández están dispuestos a batallar con cualquiera que se les ponga en frente.
Ya lo hicieron con Serbia. Y ahora lo repitieron con Francia, borrando de la cancha a un seleccionado que tiene cuatro figuras de NBA y que era uno de los grandes candidatos a quedarse con el Mundial de China.
Con la presencia en el estadio de Manu Ginóbili, esta nueva generación de basquetbolistas quiere ser tan dorada como la precedente. No se trata de comparar, sino de comprobar que el fuego sagrado sigue encendido, sobre todo de la mano de un Luis Scola intratable, goleador y pieza fundamental en el andamiaje de este equipo, que a su vez se apoya en el talento de un Facundo Campazzo que está asombrando al mundo.
¿Dónde está la clave para que un seleccionado nacional se mantenga en la elite durante casi dos décadas? ¿Cómo se explica que desde comienzos del siglo XXI el básquet argentino se haga respetar en todos los torneos? Una de ellas está en la continuidad del trabajo y en la ausencia de egos, como lo explicaba horas después de la victoria 80-66 sobre Francia en una entrevista por Radio Continental Andrés “Chapu” Nocioni, baluarte de la Generación Dorada.
Rubén Magnano, Julio Lamas, Sergio Hernández, tres entrenadores que han compartido plantel, ideas, que se han enriquecido recíprocamente y que han hecho crecer a pasos agigantados a un deporte que cada vez más tiene más adeptos en nuestro país. Y obviamente a una o varias camadas de jugadores que han ido puliendo su talento en pos de un objetivo común: poner bien arriba al básquet argentino.
El eterno abrazo entre Ginóbili y Scola al finalizar el partido resume mucho de todo lo que se pueda decir de este presente de la Selección. Uno ya no está dentro de la cancha. Y el otro disfruta de sus últimos momentos. Pero ambos son responsables, como tantos otros, de haberle dado Alma a este equipo. Un Alma que no sabe de imposibles.