El ex delantero de la Selección Argentina campeona del mundo en 1978 falleció hoy tras luchar contra un cáncer.
Quienes lo han visto en su esplendor hablan del “último wing” que dio el fútbol argentino. Su talento, velocidad y desfachatez para jugar lo han convertido en una de las máximas figuras surgidas del potrero vernáculo. Nacido en las inferiores de Defensores de Belgrano, pero hincha apasionado de Excursionistas, el clásico rival y donde se retiró en 1985, René Houseman brilló en el Huracán campeón de 1973 de la mano de César Luis Menotti, quien luego lo elegiría como una de las piezas clave en la obtención del primer mundial para la Selección Nacional.
El Loco además pasó por River (1981), Colo Colo de Chile (1982), AmaZulu de Sudáfrica (1983), Independiente (1984) y desde siempre se supo su inclinación por el alcohol, enfermedad que lo llevó a la ruina, más allá del acompañamiento que reiteradamente recibió por parte del mundo del fútbol, en especial de su querido Huracán.
Un jugador diferente, no sólo dentro de la cancha. Houseman, en tiempos en los que los futbolistas cobraban si jugaban al menos unos minutos, solía hacerse el lesionado en los últimos instantes de un partido para que entrara un suplente pudiera recibir al menos unos “mangos”. Un distinto, un fuera de serie. Pero para entender un poco más sobre cómo jugaba este pequeño físicamente pero enorme delantero, qué mejor que recurrir a la pluma de Roberto “Negro” Fontanarrosa:
“…Recuerdo ese Huracán y pienso, de inmediato, en Houseman, inscripto en esa pequeña logia de wines derechos locos, los antojadizos, los marginales. (…) Marginales, incluso, en el caso de Houseman, por su extracción social. La primera imagen de René la obtuve a través de la televisión en blanco y negro. (…) Corría, para hacer todo más difícil, sobre la raya de toque, por la derecha, casi haciendo equilibrio. Le salió un marcador, de frente, cubriéndole la línea. Y ahí no sé muy bien qué hizo ni cómo lo hizo. Sin perder velocidad, cambió la pelota del pie derecho al izquierdo y del izquierdo al derecho, como si se le hubiera enredado entre los botines, y apareció corriendo a espaldas del marcador siempre con la pelota y sobre la línea. Se escurrió, digamos, por el huequito que quedaba entre la cadera y la axila del defensa y los cinco o seis centímetros del grosor de la línea de cal. En aquella época no eran frecuentes las repeticiones en la tele, entonces Houseman, como para que yo no me quedara con la intriga, como para mostrar nuevamente el truco a ver si alguno lo descubría, repitió la maniobra con otro defensor que salió a cruzarlo por detrás del primero y se fue como una luz hacia el banderín del corner. (…) René era vértigo y freno. Cuando aparecía él se aceleraba el partido y había veces en que daba la impresión de no tener articulaciones. (…) Flaco, liviano, escurridizo, desprolijo en el vestir, llevaba la pelota a velocidad de vértigo aderezándola con una enorme cantidad de amagues, de pequeños frenos, de aceleraciones, al punto que había veces en era la pelota la que lo seguía a él, como un empecinado perro cachorro”. *
*Extraído de “No te vayas campeón. Equipos memorables del fútbol argentino”, R. Fontanarrosa, Editorial Sudamericana, Buenos Aires.