Cronos o Kairos – El presente y el futuro de la educación formal.
por Gabriela Di Lascio* y María Laura Deget**
Hablar de educación y de futuro es prácticamente redundante. Todos sabemos que el objetivo de la educación sistemática, escolar, nacida junto con la formación de los estados nacionales es la preparación para la ciudadanía. A este objetivo le agregamos también la formación para el mundo del trabajo y para proseguir los estudios superiores.
Las campañas políticas hablan de promesas para la educación en el mejor de los casos, y cuando de ello no se habla, lo hacen los ciudadanos, que siempre opinan “que hay que empezar por la educación si queremos mejorar el futuro de nuestros países”.
En toda nuestra región hemos vivido cambios en los planes de estudio de la educación básica. Hoy la enseñanza obligatoria tiene una duración promedio de 12 años. Tenemos una gran deuda, especialmente con los adolescentes, que aún no están en nuestro sistema escolar obligatorio como deberían.
Pero más que las estadísticas, nos aterra otra pregunta que mucho no queremos hacernos… ¿Para qué futuro tenemos que preparar a los chicos de hoy? ¿Para qué ejercicio ciudadano, para qué trabajo, para qué estudios? ¿Cómo hacemos para formar a los chicos y adolescentes para un futuro para el cual la sociedad del conocimiento nos muestra que cambia a un ritmo tal que no seremos capaces de prever? Y en todo este mapa, ¿en qué rol quedamos los educadores?
Esta sociedad del conocimiento, de producción constante, globalizada e híperconectada nos trae grandes avances y desafíos. ¿Qué necesitan conocer nuestros chicos para incorporarse satisfactoriamente en ella? Solo pensemos lo que sentimos hoy los adultos al ver los tomos de enciclopedia en alguna casa… una mezcla de nostalgia y simpatía de lo que nunca va a volver.
Los griegos tenían dos palabras para referirse al tiempo: cronos y kairos. La primera es la que llega a nuestros días con la noción de tiempo, temporalidad cronológica, secuencial, en la cual encontramos un tiempo presente y podemos hablar de un futuro posterior. La segunda palabra no es tan conocida y tampoco podemos encontrar hoy un término que la traduzca. Sería como “el momento en el que suceden las cosas”. Mientras la naturaleza de cronos es cuantitativa, la de kairos es cualitativa.
Todos los agentes educadores (la escuela, la familia, la comunidad) generalmente pensamos en la educación desde cronos, el hoy que busca tener consecuencias deseadas en el futuro y eso da sentido al trabajo en el presente.
Quizás el programa de trabajo sería diferente si probáramos mirar la educación desde kairos, es decir, promover lo que tiene que suceder en este preciso momento, lo que sin duda necesitan para su desarrollo actual y como consecuencia lógica, para su futuro. Kairos es el momento indicado para que las cosas sucedan. Invita a mirar el presente en el cual se tiene toda la plenitud y profundidad de la realidad. Visto desde esta lógica, es un futuro que no estará preformateado por el presente, sino que se complementará con lo que continúe aprendiendo en el contexto que sea requerido.
Los chicos que habitan nuestros establecimientos educativos y que viven en nuestras casas son diferentes a los de las décadas pasadas. El protagonismo que tienen hoy en la sociedad es otro. Sin lugar a dudas participamos de una ciudadanía activa ya desde temprana edad (ver edición Nº 606 de Ciudad Nueva con los proyectos de Aprendizaje y Servicio Solidario). Su voz es escuchada (como Ofelia Fernández, la candidata más joven al parlamento de la Ciudad de Buenos Aires), sus ideas son fuertes y sus fundamentos, sólidos (como los de Greta Thunberg, activista medioambiental); logran movilizar comunidades enteras (como Malala Yousafzai, premio Nobel de la Paz). La creatividad y las habilidades con las que cuentan también nos sorprenden muchas veces (como Gino Tubaro, joven inventor argentino).
En un acto de valentía tenemos que preguntarnos para quién/es estamos educando y asumir esa sensación de estar enseñando algo que escapa a la realidad e interés de los estudiantes, que posiblemente en un tiempo se comprenda de otra forma o se profundice mucho más, o cambie el abordaje. Si afrontamos esto, nos topamos con un trabajo ineludible para todos los educadores: tenemos que cambiar nuestra forma de ser profesionales.
Sin duda la educación es esencial para el desarrollo de la persona, como propuesta de transmisión sistemática cultural, como contexto de socialización cuidado, como espacio pensado para potenciar su desarrollo en cada etapa evolutiva. Entonces, ¿qué es lo que tenemos que hacer?
Les proponemos una imagen que trae un relato anónimo bastante conocido: si tomamos piedras medianas y llenamos con ellas completamente un florero, el recipiente parece lleno, pero si echamos en él piedras pequeñas y lo movemos, caben muchas de ellas hasta llenar los espacios. Si luego echamos arena, también veremos que cabe bastante de ella. Y si luego derramamos dentro un vaso de agua… también cabe. Pensando en la formación en el sentido profundo de la palabra, tenemos que pensar que todo eso pudo entrar en el florero, porque partimos de lo más “grande” a lo más pequeño. El docente o la escuela forja la base, los cimientos, para que luego pueda ir llegando el resto del conocimiento de la formación. Si comenzábamos llenando de agua, las piedras harían que se derramara el contenido al ingresar. No podemos dejar que se nos pase “el momento en el que las cosas suceden”; es poder aprovechar el tiempo para ofrecer a los chicos que logren apropiarse de esas piedras basales para su vida.
Viviendo la escuela hoy podemos decir que hay alfabetizaciones que son tan importantes como la tradicional lectoescritura y es la alfabetización emocional personal (ver edición Nº 613 de Ciudad Nueva), la empatía y reconocimiento del otro, la constitución de su personalidad en base a un profundo autoconocimiento, el trabajo desde la diversidad, la mediación de conflictos, construcción de saberes emancipadores.
El juego, el desafío, la apuesta por la creatividad, la pregunta y la reflexión, la problematización de la realidad que nos circunda, el trabajo con otros son herramientas que sin duda permitirán a nuestros chicos tener un presente y un futuro más prometedor como protagonistas de una sociedad que incluya a todos.
Nuestro sueño es educar para una sociedad fraterna, con lugar para todos, que requiere de ellos en primera persona, ellos junto con otros en los cuales reconocer las diferencias que nos ayudan a completar el mapa de la realidad para poder actuar en ella. ¿Cómo hacemos si no “hay lugar en el florero” para esto? ·
*Licenciada y profesora en Ciencias de la Educación (UBA), asesora pedagógica en una escuela secundaria, en una ONG y docente universitaria.
** Profesora y rectora de Nivel Medio.
Artículo publicado en la edición Nº 614 de la revista Ciudad Nueva.