La teóloga boliviana originaria del pueblo quechua Tania Ávila transmite con sencillez los porqués de apostar por la diversidad como camino para lograr cambios reales para todos y todas.
por Beatriz García (CAAAP) y Guilherme Cavalli (CIMI)
Tania toma una pequeña bolsa de vivos colores, tipo neceser, e invita al público a contar cuántos colores hay. Son muchos, nos llevaría tiempo contarlos todos. Sin embargo, dice, puestos en el lugar adecuado resultan armónicos, entre ellos se integran para lograr algo bello. Luego toma un guante tejido y, a través de él, muestra la flexibilidad. Por último, con un collar de semillas, simboliza la grandeza de la unión desde lo individual. Así es como, a través de ejemplos, comparaciones y metáforas calan los mensajes de Tania Ávila.
–¿Cómo podemos definir el concepto de diálogo intercultural?
–Es la capacidad que tenemos los seres humanos de comunicarnos desde aquello que nos une, pero también desde nuestras diferencias. La diversidad provoca que podamos entablar un diálogo entre diferentes que va mucho más allá del respeto, porque el respeto es “tú mantienes tu lugar y yo mantengo el mío”, es como un contrato social en el fondo.
–Hay que ir más allá, ¿no?
–Sí, porque cuando logro escuchar tu diversidad y escuchar mi propia diversidad podemos transformar la realidad, buscar y encontrar lo común. Eso genera una convivencia intercultural.
–¿Cuál ha sido la importancia de cuidar el diálogo en el Sínodo?
–Adentro del Sínodo fuimos muchas culturas con sus representantes que, desde su lógica del conocimiento y de la comunicación, cada uno respetándonos y conviviendo, hemos estado escuchándonos. Se necesitaba dialogar, pues lo que nos une es el cuidado de la vida, no hay más, porque si no cuidamos la Amazonía el daño, el impacto va a generar que ya no haya más vida. Creo que es el mejor espacio para poder dialogar sobre cómo cuidamos.
–¿Por qué?
–Porque están los pueblos indígenas, mujeres, varones, padres sinodales de distintas realidades y también de distintas culturas. Obviamente eso implica tener un espacio, en este caso la asamblea, con posibilidades para decir tu palabra, con libertad y sin miedo y, al mismo tiempo, tener la capacidad de escuchar lo que podría ser disonante a lo que tú estás diciendo. Pero tener toda la variedad de pensamiento, tener todas las palabras juntas te ayuda a encontrar aquello que te une entre diferentes.
–A nivel global hay un intento generalizado desde lo económico, de lo político, de homogeneizar a todo el mundo. ¿Por qué creer en la diversidad?
–Me gustaría que pensáramos en los bosques, donde hay distintas plantas y variedades, cada una a su propio ritmo, desde las más pequeñas a las maderables que son muy grandes pero que, cuando conviven, se articulan, se dan sombra, equilibran el calor… también equilibran todo el sistema de agua desde su propio ser. Y eso es lo que buscamos en el diálogo intercultural, que cada una sea quien es y desde esa sinfonía, que muchas veces puede tener disonancias, genere el oxígeno, el agua para todos. El movimiento vital. Creo que esperamos que, a futuro, se pueda lograr esto dentro de la Iglesia en diálogo con los pueblos indígenas.
Artículo publicado en la edición Nº 615 de la revista Ciudad Nueva.