Las comunidades vulnerables, que en su gran mayoría dependen de la agricultura, la pesca y la ganadería y son las que menos contribuyen a la crisis climática, seguirán soportando la peor parte de los impactos medioambientales con escasos recursos para amortiguarlos, destaca el informe.
Un nuevo análisis conducido por el Programa Mundial de Alimentos destaca que, si la temperatura mundial acaba registrando un aumento medio de 2º respecto a los niveles preindustriales, 189 millones de personas adicionales terminarán sufriendo hambre. El hallazgo se hizo público un día antes de la celebración del Día Mundial de la Alimentación que se conmemora cada 16 de octubre.
El encargado de esbozar este complejo escenario fue el director ejecutivo del Programa al afirmar que “grandes extensiones del planeta, desde Madagascar hasta Honduras y Bangladesh, están sumidas en una crisis climática que es ya una realidad cotidiana para millones de personas. La crisis climática está fomentando una crisis alimentaria”.
Un tercio de los afganos pasa hambre
Pero los problemas para algunas de estas naciones no se detienen con las crisis climáticas y hay que sumarles un devastador elemento adicional: la aparición de conflictos. La combinación de ambos elementos agrava las vulnerabilidades existentes y magnifican los daños, la destrucción y la desesperación.
Los fenómenos climáticos extremos en las zonas afectadas por el conflicto destruyen los ya escasos recursos de que disponen las familias e incluso obstaculizan los esfuerzos humanitarios que llegan a las comunidades.
En Afganistán, la grave sequía ligada al conflicto y a las dificultades económicas ha dejado a un tercio de la población pasando hambre.
“Si esta es la nueva situación de normalidad, no podemos seguir tambaleándonos de desastre en desastre. Tenemos que ir más allá de limitarnos a recoger los pedazos tras las crisis, y en su lugar gestionar los riesgos climáticos para que ya no tengan el poder de destruir la seguridad alimentaria de las comunidades vulnerables. Aquí es donde aparece la experiencia exclusiva del Programa Mundial de Alimentos”, añadió Beasley.
Falta inversión en alerta temprana y programas de adaptación climática
La agencia de la ONU ha movilizado casi 300 millones de dólares para la acción climática en la última década. En 2020, puso en marcha estrategias para la gestión de riesgos climáticos en 28 naciones de las que se beneficiaron más de seis millones de personas.
En Bangladesh, el Programa apoya a las comunidades afectadas por los fuertes monzones y las inundaciones con ayuda en efectivo antes de las catástrofes para que puedan comprar alimentos y medicinas, proteger los bienes críticos y transportar el ganado y las familias a lugares seguros.
Además, ha protegido de las sequías con un seguro de riesgo climático a 1,5 millones de personas en Malí, Mauritania, Burkina Faso, Zimbabue y Gambia
“Necesitamos invertir urgentemente en sistemas de alerta temprana y en programas de adaptación y resiliencia climática para evitar este desastre humanitario que se avecina”, finalizó Beasley.
El 40% de las personas no pueden permitirse una dieta saludable
En su mensaje por la efeméride, el Secretario General de la ONU resaltó que actualmente cerca del 40 % de la humanidad, unos 3000 millones de personas, no pueden permitirse una dieta saludable y que el hambre, la subalimentación y la obesidad van en aumento.
Una situación que ha empeorado con la aparición de la pandemia del coronavirus dejando a otros 140 millones de personas sin acceso a los alimentos que necesitan, explicó António Guterres.
Además, la forma de producir, consumir y desperdiciar la comida “supone una pesada carga para el planeta” y produce “una presión histórica sobre nuestros recursos naturales, nuestro clima y nuestro medio natural”.
“Como deja claro el tema de este año -Nuestras acciones son nuestro futuro-la facultad de cambiar está en nuestras manos”, recordó el Secretario General.