Las denuncias recibidas por el ministerio público determinaron que el sacerdote fuera procesado por siete casos de abusos y estupro contra menores.
Las autoridades judiciales de Chile determinaron ayer la detención del sacerdote Oscar Muñoz Toledo por siete casos de delitos de abuso y estupro contra menores (NdR: el estupro es el delito de mantener relaciones sexuales con menores de edad, no importa si consentidas). El sacerdote ha sido canciller del Arzobispado de Santiago, durante la actividad pastoral de los cardenales Francisco Javier Errázuriz y Ricardo Ezzati. En calidad de canciller, recibió algunos testimonios de los casos de abusos cometidos por el sacerdote Fernando Karadima.
Muñoz se había auto denunciado ante la Iglesia en enero de este año. Pero el servicio médico legal y otras comprobaciones realizadas por los investigadores determinaron que el sacerdote fuera detenido y esta mañana comparecerá ante el juez para ser formalizado (es decir, procesado, NdR). Los delitos que se le imputan, según la fiscalía, fueron cometidos entre 2002 y marzo de 2018 en la diócesis de Rancagua. Allí 14 sacerdotes fueron separados de sus tareas pastorales, por su conducta escandalosa, al haber conformado un grupo, conocido como “la familia”, dedicado una actividad sexual incompatible con el celibato sacerdotal y que, en algunos casos, ha involucrado a menores. Por no haber investigado diligentemente estos casos, el mes pasado el Papa Francisco destituyó (aunque técnicamente aceptó su renuncia) al obispo local, Alejandro Goic.
Desde la visita del Papa a Chile, en el pasado mes de enero, en el país han estallado una serie de escándalos graves en torno a casos de abusos contra menores cometidos por Karadima y también por varios otros sacerdotes, además de verificarse decenas de casos de conductas de sacerdotes incompatibles con su estado. El enviado papal, monseñor Charles Scicluna, pudo verificar una verdadera “cultura del abuso y del encubrimiento” que llevó al Papa a pedir perdón a toda la feligresía católica por los hechos, por no haber creido en el testimonio de las víctimas y de quienes denunciaron tales hechos. Por esa razón, todos los obispos chilenos renunciaron a sus cargos pastorales y hasta el momento el Papa ha destituido a seis de ellos. Al mismo tiempo, varios sacerdotes y religiosos han sido apartados y están siendo investigados por las autoridades eclesiásticas y de la justicia civil.