La relación entre la misión evangelizadora y la pobreza es amplia y compleja. En estas reflexiones no pretendemos abarcar toda esa vinculación, sino centrarnos en algunos aspectos básicos y, desde allí, pensar desafíos y perspectivas para la Iglesia.
En el centro del corazón y la misión
Los más pobres, los humildes, aquellos a quienes la sociedad descarta permanentemente están en el corazón de las preocupaciones de la comunidad cristiana. “¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!1”, fue el sentimiento que recordó el papa Francisco el día de su elección. Este deseo, profundo y central en el Evangelio de Jesús, toma cada vez más fuerza en estos años en la Iglesia, donde venimos pensando y haciendo un proceso de renovación que nos ponga –con decisión y audacia– en salida misionera y transformadora.
Si damos una mirada rápida a esta época que vivimos, podemos reconocer que transitamos un tiempo esperanzador y problemático al mismo tiempo: se nos presentan permanentemente situaciones de crisis, avances tecnológios, cambios rápidos y acelerados, oportunidades, sufrimientos sociales, novedades, etc. En medio de tantos fenómenos, tenemos el desafío de entender hacia dónde nos conducen estos dinamismos, qué sociedad configuran y qué posibilidades y límites presentan para el desarrollo humano integral de cada persona. Superar los límites y concretar las posibilidades es un desafío de toda la sociedad, y de la Iglesia como parte de ella, para atender a los que van quedando sin lugar, descartados en una sociedad en constante reacomodación.
En este contexto aparece el impulso misionero de ser Iglesia en salida, y nos planteamos el deber de llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes deberíamos privilegiar? Nos responde Francisco cuando nos dice: “Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que ‘no tienen con qué recompensarte’ (Lc 14, 14)”. No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio” y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”2.
Una realidad compleja
Nos duele reconocer que muy a menudo –en el mundo y en nuestro país– los pobres son considerados como una realidad abstracta que se mide y se analiza, pero que queda en ese plano. El sufrimiento de tantos hermanos empobrecidos se extiende dolorosamente y se manifiesta de diferentes modos, con distinta intensidad. Desde una visión cristiana, es imprescindible distinguir la situación de cada persona y de cada comunidad, mirando a todos desde la firme convicción de la dignidad humana. Por eso, cada vez más, queremos alentar una mirada que abarque la complejidad, que sea crítica y esperanzada, para actuar de manera acertada y eficaz. Porque queremos cambiar vidas, transformar la realidad.
Como un breve señalamiento de esa complejidad, mencionemos:
La multi-dimensionalidad de la pobreza. Cada vez se extiende más el reconocimiento de que el empobrecimiento de tantas personas y comunidades va mucho más allá de simplemente los ingresos y la alimentación: tenencia de la tierra, empleo digno y bien remunerado, educación, vivienda y hábitat, acceso a la protección social, capacidad de elegir libremente un proyecto de vida y de conformarlo, acceso a bienes culturales, etcétera.
La desigualdad creciente. La brecha que existe entre los que están incluidos y los que están excluidos crece y se extiende en todos los niveles. No se trata solo de que haya ricos y pobres, sino que se acentúan las diferencias y se dificulta la movilidad social y la distribución más equitativa de los ingresos.
La pobreza persistente y estructural. Se evidencia cada vez más que la pobreza es resultado de estructuras y dinamismos sociales que no son “naturales” o inevitables, sino que requieren ser analizados y, eventualmente, transformados.
El papa Francisco lo describe dramáticamente cuando afirma: “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”3.
Por esto, Cáritas (y la Iglesia toda) no puede contentarse simplemente con asistir las necesidades básicas que amenazan a gran número de personas, familias y comunidades. Nuestro sueño es mayor, vuela más alto: se extiende a la justicia y al cuidado que deben crecer en la sociedad, impulsados por la dignidad y el valor de cada uno. “No hablamos solo de asegurar a todos la comida, o un ‘decoroso sustento’, sino de que tengan ‘prosperidad sin exceptuar bien alguno’. Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común”4.
A problemas concretos, respuestas concretas
El papa Francisco nos motiva a ponernos en salida, acoger la vida tal como se presenta y proyectar con audacia respuestas pastorales, acordes con las personas y las situaciones. Como mencionábamos más arriba, las problemáticas sociales que enfrentamos son cada vez más complejas y extendidas y no siempre son fáciles de abordar y transformar. En este contexto, la misión de Cáritas nace del Evangelio y se proyecta en el servicio de animar y coordinar la obra caritativa oficial y organizada, buscando formas adaptadas al tiempo y las circunstancias, para lograr el desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres, con especial preferencia por las personas y por las comunidades más marginadas5.
De manera creativa, diversa y cercana, la Iglesia actúa a través de Cáritas en distintos planos (parroquiales, diocesanos, regionales y nacional) buscando cambiar vidas junto a los pobres, facilitando e impulsando iniciativas para transformar las condiciones y estructuras que generan de manera constante pobreza, vulnerabilidad y desigualdad. Cáritas actúa con presencia capilar a lo largo y a lo ancho del país, reconociendo la diversidad de problemas y situaciones y los condicionamientos del territorio y la geografía. Así, se busca:
Asistir para recuperar derechos y sostener la vida. El objetivo principal que persiguen es recuperar derechos básicos y responder a necesidades básicas (personales y familiares).
Promover capacidades y mejoras locales, desde procesos de desarrollo participativo, para responder a necesidades comunitarias, generando empoderamiento y participación ciudadana.
Incidir para facilitar las decisiones que abren caminos a soluciones de fondo y resolver necesidades estructurales.
Asistencia, promoción e incidencia son líneas de acción que se van entrelazando para una única finalidad: la vida plena y el desarrollo de las personas y las comunidades más pobres. Así, miles de iniciativas son desarrolladas por voluntarios junto a los pobres, reafirmando en cada voluntario que somos Cáritas: presencia, vínculo y audacia evangélica.
Podemos concretizar más las respuestas que Cáritas quiere ofrecer en el próximo trienio con cuatro de las orientaciones que se definieron participativamente con todas las diócesis del país y cientos de aportes parroquiales. Allí afirmamos que:
* Queremos alentar el cuidado de la vida por su valor sagrado y su dignidad, con especial dedicación a los más vulnerables, como condición primordial para favorecer relaciones positivas entre las personas. Para cuidar la vida.
* Nos proponemos favorecer el desarrollo de las familias como primera comunidad de amor donde se recibe la vida y se la proyecta a la comunidad, acogiendo todas las expresiones que actualmente adoptan. Para cuidar a las familias.
* Queremos impulsar el crecimiento de las esperanzas e iniciativas de las comunidades y la mejora de sus condiciones de vida, desarrollando el sentido de ciudadanía y la posibilidad de ejercicio de derechos. Para cuidar las comunidades.
* Nos proponemos alentar una economía al servicio del ser humano y al cuidado de la casa común, promoviendo y defendiendo modos de trabajo digno que favorezcan la construcción de un mundo sostenible e inclusivo. Para cuidar integralmente nuestra casa común.
Este nuevo tiempo y estos nuevos desafíos requieren reafirmar que Cáritas somos todos. Sumando cada vez más manos a la misión, podremos ser fieles al llamado que Dios nos hace en cada hermano. Respondamos alegres y apasionados como María, que en el Magnificat nos invita a dejarnos conducir por el Espíritu, asumir cada momento histórico y trabajar esperanzados porque Dios es fiel a sus promesas de justicia para los más pobres. Ella camina con nosotros ·
El autor es Obispo de Quilmes y presidente de Cáritas Argentina
- Intervención del papa Francisco en el encuentro con los representantes de los medios de comunicación el sábado 16 de marzo de 2013, en la Sala Pablo VI. http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/march/documents/papa-francesco_20130316_rappresentanti-media.html
- Cf. La alegría del Evangelio, nº 48.
- Cf. La alegría del Evangelio, nº 56.
- Cf. La alegría del Evangelio, nº 192.
- Cf. Estatutos de Cáritas Argentina, nº 3.
Artículo publicado en la edición N° 599 de la revista Ciudad Nueva