Editorial de la revista Ciudad Nueva del mes de marzo, dedicada al tema de la educación que parte de la escuela, la familia y la comunidad.
La idea de este número surgió por la simultaneidad que se da en el mes de marzo entre el inicio lectivo y el comienzo de las rutinas familiares, que sin lugar a dudas se organizan en torno a la vida escolar. Más allá de que en el último tiempo pueda decirse que la familia y la escuela van tomando distancia, es imposible separar este vínculo vital para cualquier sociedad. Se necesitan mutuamente, y en muchos casos es una unión que debemos reconquistar.
En cierta manera es lo que queremos reflejar en las páginas de esta edición, donde además de la familia y la escuela creemos que toda la comunidad cumple un rol clave en la educación de las nuevas generaciones. Y cuando nos referimos a educación, no solo hablamos de la que se intenta dentro del aula sino en todos los contextos donde niños, adolescentes, jóvenes y adultos se relacionan.
Conocer la mirada de expertos en educación resulta indispensable para entender hacia dónde va la formación de las nuevas generaciones, pero también cobra un valor imprescindible escuchar con atención qué es lo que los chicos piensan de la escuela.
Si hay algo que se mantiene con el correr de los años, aunque ahora se hace más visible por la propia voz de los alumnos, es el valor que ocupan los vínculos durante los procesos de aprendizaje. Ellos mismos resaltan que lo que más les gusta de la escuela son las amistades construidas día a día entre pares, pero también el lazo intergeneracional que se crea con los maestros y profesores, un valor que sin dudas encierra semillas de fraternidad.
Esa importancia que encierran la familia y la escuela se ve, a su vez, remarcada en las palabras del papa Francisco a los participantes de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, cuando se refirió al “sin familia”, “sin educación” y “sin comunidad” (el otro fue el “sin trabajo”) como factores que desarraigan y desmadran. Es decir, ausencias que quitan la raíz, la madre, el origen.
“Es imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado a la tierra –explicaba Bergoglio en la vigilia del 26 de enero–. Es fácil ‘volarse’ cuando no hay desde dónde agarrarse, de dónde sujetarse. Y esta es una pregunta que los mayores estamos obligados a hacernos, (…) es más, es una pregunta que ustedes los jóvenes tendrán que hacernos a los mayores y tendremos el deber de respondérsela: ¿qué raíces les estamos dando? ¿Qué cimientos para construirse como personas les estamos facilitando? (…) Sin educación es difícil soñar futuro, sin trabajo es muy difícil soñar futuro, sin familia y sin comunidad es casi imposible soñar futuro. (…) ¿Qué hacés vos para generar futuro, ganas de futuro en los jóvenes de hoy? ¿Sos capaz de luchar para que tengan educación, para que tengan trabajo, para que tengan familia, para que tengan comunidad?”
Educar –en latín significa ‘extraer’, ‘sacar’– es descubrir los preciosos recursos del alma. Y esa educación se da en la relación, en la reciprocidad. No hay padres sin hijos, no hay docentes sin alumnos y viceversa. Es una tarea colectiva, comunitaria. Y allí radica el principal desafío del que todos formamos parte.
Artículo publicado en la edición Nº 606 de Ciudad Nueva.