“En cada niño se debería poner un cartel que dijera: ‘Tratar con cuidado, contiene sueños’” (Mirko Badiale).
Prácticamente hasta la Revolución industrial no existía la categoría de niño como tal. Ellos eran vistos como pequeños adultos. De hecho, realidades que hoy nos parecen inverosímiles en la historia eran normales: reyes, papas, etc., de menos de 18 años. Con la entrada de las máquinas en los trabajos comienza a haber mano de obra excesiva; es este uno de los motivos por los que comienza a mirarse esta etapa de la vida como algo quizás distinto de la adultez. Aún si en distintos momentos hubo aproximaciones pero esporádicas.
Pensar en la Convención de los Derechos de los Niños antes del siglo XVIII hubiera sido algo imposible, y pensar nuestro hoy sin estos derechos es inaudito. Nuestro país los ratificó con carácter de ley. Pero, ¿son solo un lindo poster o frases para una postal, o realmente son puestos en práctica? Hacer que estos derechos se cumplan depende en primer lugar de los gobiernos, pero también es el compromiso que debe asumir toda la sociedad y cada persona. Y aquí deberíamos preguntarnos y reflexionar: ¿cuidamos a los niños? ¿Qué actitud tomamos cuando vemos un niño mendigar, cuando vemos un niño horas y horas jugar con un celular, un niño lleno de cosas materiales y tal vez carente de lo más importante, el amor? A veces escuchamos la frase “los niños son el futuro”, en cambio, los niños son el presente y dependen de los adultos.
¡Cuánto bien podemos hacer por ellos! Basta mirar cuántos a lo largo de los siglos han tenido un amor particular por los niños, como Don Bosco, Juan Bautista Lasalle o Jean Jacques Rousseau, quien sostenía que “la naturaleza formó a los niños para que fuesen amados y asistidos” como así también cientos de organizaciones de la sociedad civil que se ocupan de los niños de diferentes maneras, solo para dar algunos ejemplos. También en medio del horror ha habido personas extraordinarias, como Janusz Korczak, de origen judío. Durante la Segunda Guerra Mundial, este médico, pedagogo y escritor abrió un orfanato, pero en 1940 las fuerzas nazis fueron a buscar a los niños y empleados para llevarlos a Treblinka. A él se le ofreció la salvación, pero tomando de la mano a sus niños marchó con ellos. Un testigo dirá: “Había ocurrido un milagro, doscientos niños que no lloraban, doscientas almas puras condenadas a la muerte y no derramaban una lágrima. Ninguno trató de huir, ninguno trató de escapar. Tragando su dolor se aferraban a su maestro y mentor, a su padre y hermano, Janusz Korczak, que los protegería”.
Pero también cuánto mal podemos hacer y se le ha hecho a los niños y niñas. Sin dudas la historia inversa a la mencionada. En ambientes que deberían ser de amor, comprensión, seguridad, han acaecido hechos atroces.
En las últimas décadas han salido a la luz numerosos casos de abusos. Especialmente el horror nos inunda cuando quienes han perpetrado estos crímenes son las personas que deberían haber tenido cuidado de ellos: la familia, docentes, referentes religiosos, etcétera.
La Iglesia Católica ha sido la institución que con gran vergüenza, coraje y decisión se miró hacia adentro reconociendo sus errores y horrores, especialmente en los abusos sexuales.Y está haciendo un importante y doloroso camino para intentar reparar, condenar, sancionar y volver al sendero del que ha sido desviada, y ocuparse de manera atenta y responsable del cuidado de los niños y de las víctimas.
Así, cada institución debe mirarse y reconocer este drama que la atraviesa, especialmente la familia. Según estadísticas, en Argentina el 53 % de los abusos se producen en el seno familiar.
Zenaida Bacardi dirá: “El niño es como un barro suave donde puedes grabar lo que quieras… pero esas marcas se quedan en la piel… Esas cicatrices se marcan en el corazón… Y no se borran nunca”. Qué dolor pensar que quienes tienen el rol de cuidar, proteger, dejar huellas de amor, han dejado huellas de dolor profundo.
Hoy las redes sociales son una nueva amenaza. Hace poco en una jornada sobre esta temática se mencionaba que “los padres dan un montón de recomendaciones a los chicos cuando están de las puertas de casa para afuera, pero cuando entran se relajan. Sin embargo, actualmente para ellos el mayor peligro es éste (señalando el celular), esto hoy es más peligroso que la plaza de ayer”. Redes a través de las cuales muchas veces pueden sufrir acoso, perturbación, amenazas y hasta desaparecer.
Reconocer estos dramas es el primer paso para comenzar a ver el camino a recorrer. Muchas veces por ingenuidad, falta de conocimiento, etc., pudimos dejar a nuestros niños en riesgos. Hoy podemos aumentar nuestro amor y con una mirada y escucha atentas protegerlos de todos aquellos peligros que puedan afectarlos. Cuidarlos ayudándolos a crecer sanamente, conscientes de que son personas autónomas pero frágiles. La comunidad es responsable del cuidado y protección de los niños.
El papa Francisco resaltaba en la misa conclusiva del encuentro de protección de niños, niñas y adolescentes1: “El resultado mejor y la resolución más eficaz que podamos dar a las víctimas, al pueblo de la santa madre Iglesia y al mundo entero, es el compromiso por una conversión personal y colectiva, y la humildad de aprender, escuchar, asistir y proteger a los más vulnerables” ·
1. Ciudad del Vaticano, 21 al 24 de febrero de 2019.
Artículo publicado en la edición Nº 610 de la revista Ciudad Nueva.