La ausencia de Italia y Holanda en la próxima Copa del Mundo son un claro reflejo que ya no se gana con la camiseta. El presente de la Selección argentina también enciende una luz de alarma.
El mundo futbolístico vio con asombro cómo la poderosa Italia, tetracampeona del mundo, se quedaba sin mundial tras igualar con Suecia. Semanas antes, Holanda, tres veces finalista y habitualmente candidata a llegar a las instancias decisivas del evento futbolístico más importante, también dejaba escapar la posibilidad de ser animadora en Rusia. Argentina, incluso con el mejor jugador del mundo como figura y capitán, sufrió hasta último momento para conseguir su pasaje al Mundial.
Cuando se mira hacia atrás, podría pensarse que lo de Italia no es casualidad. Si bien fue campeón en Alemania 2006, tanto en Sudáfrica 2010 como en Brasil 2014 no logró superar la primera ronda. Una muestra de que la debacle se veía venir y no supieron cómo revertirla.
El caso de Holanda fue más sorpresivo, ya que esta generación de futbolísticas fue partícipe del subcampeonato en 2010 y del tercer puesto en el último Mundial. Y muy cerca estuvo Argentina de vivir algo similar: después de haber perdido la final frente a Alemania en Brasil 2014, e incluso haber sido finalista de dos Copas América, estuvo a un paso de vivir desde afuera el torneo de Rusia, situación que logró revertir recién en la última jornada de las Eliminatorias, gracias a un iluminado Lionel Messi.
¿Son conscientes las federaciones de la importancia de renovar las figuras con las que cuentan? ¿Hay un trabajo formativo que asegure esa renovación? ¿El resto de las selecciones crecieron o bien las potencias decayeron en su nivel?
Sin dudas son múltiples los factores que inciden en el presente de estas selecciones. Mientras tanto, aquellas que son consideradas de segundo o tercer orden, de a poco han ido ajustando detalles organizativos, de trabajo a largo plazo que muchas veces les permite suplir la usencia de figuras relevantes pero que las lleva a conformar equipos comprometidos con los objetivos. Además, el hecho que se hayan abierto de par en par las fronteras futbolísticas hace que muchos jugadores de diferentes países se incorporen a las grandes ligas europeas, lo que indefectiblemente los hace crecer en rendimiento, lo cual termina beneficiando a sus propias selecciones.
La actualidad demuestra que la paridad cada vez es mayor, más allá de algunas selecciones de cuarto orden que aún les falta bastante para hacerle fuerza al resto. No obstante, podría decirse que sólo hay una potencia que es capaz de mirar a todos desde arriba, dando la sensación que los demás juegan siempre por el segundo puesto. Esa es Alemania, que entendió la importancia del trabajo a largo plazo, de la continuidad para potenciar aún más el poderío habitual del último campeón mundial.