Según el Diccionario de la Real Academia Española, obituario se define como:
1. m. Libro parroquial en que se anotan las partidas de defunción y de entierro.
2. m. Registro de las fundaciones de aniversario de óbitos.
3. m. necrología.
4. m. Sección necrológica de un periódico.
Un obituario es el comentario sobre una persona fallecida. Intenta dar una idea del contexto, la trascendencia pública y el significado de la vida del difunto. También se conoce al obituario como necrológicas, o avisos fúnebres, aunque domésticamente se les brinde otras denominaciones.
Muchos diarios y agencias de noticias tienen obituarios pre-escritos en sus archivos para individuos notables que aún están vivos; permitiendo así que obituarios detallados, bien informados – y extensos – aparezcan rápidamente después de que estas personas fallezcan.
Ocasionalmente el autor de un obituario fallece antes que lo haga el sujeto del que escribió. Por ejemplo, el obituario escrito por Walter Seager Sullivan, sobre el notable físico James Van Allen fue publicado en el año 2006 por AP inmediatamente después de la muerte de Van Allen (9 de agosto de 2006), ¡pese a que Sullivan había fallecido en 1996!
En 2006, Bill McDonald del New York Times respondió a preguntas hechas por los lectores acerca de obituarios, como parte de la campaña Times’s Talk to the Newsroom. En aquella oportunidad confirmó que el Times tenía más de 1.200 obituarios “en gateras”. La política del Times era siempre dar la causa de muerte cuando la misma se encontraba disponible y que desde la publicación equivocada de un obituario prematuro para la bailarina estadounidense Katharine Sergava, trataba de identificar a la persona que avisaba al periódico sobre el fallecimiento. Esto para evitar chanzas y bromas de mal gusto, propias del humor negro de cierto sector de las sociedades.
En muchos casos, la lectura de los matutinos, sea en formato papel o digital, ciertas personas comienzan a informarse por esta sección. Es un rictus, casi una cuestión social, para saber quiénes “han partido”. Son costumbres, que vienen de la mano con las salutaciones de rigor, el luto de altri tempi, etc. Sin embargo, los periodistas suelen poner la lupa en la información que emerge, ya que las personas que publican avisos de seres queridos o amistades, ponen de manifiesto no sólo el aprecio o el vínculo, sino relaciones de la vida laboral. Es un método laborioso, propio de un trabajo de hormiga, pero sigue dando buenos frutos.
Por caso, tengo seres cercanos que desde cualquier lugar del mundo, me escriben para avisarme de la partida de un colega, o un conocido, a causa del escaneo que ciertos obituaristas compulsivos leen con fruición. Un gran “detective necrológico” el miércoles 18 de agosto me remitió un curioso y oportuno obituario redactado por Juan María Méndez Avellaneda, que no tiene desperdicio.
Quiso el orden alfabético, o la persona encargada de la sección (en el caso de La Nación es un cargo relevante), o acaso el destino que se encontraran dos personas de película:
Josecito, alias José Martínez Suarez, enorme guionista, director y entusiasta del cine. Su trayectoria es inabarcable, porque dirigió films como Los chantas (1975), Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976), y fue guionista de La Mary (1974), entre tantos otros.
Animador incansable del Festival Internacional de cine de Mar del Plata, y un difusor del séptimo arte por todo el mundo. Hombre de gran humor, cultor del bajo perfil, tal como se percibe en esta nota de Susana Vallejos.
A Josecito luego de ese aviso tan bien redactado, con loores a Josecito, sigue otro que llama la atención: un aviso por Camila O’Gorman, quizá más recordada por Camila, film de María Luisa Bemberg de 1984. Película impactante, basada en el triste suceso, seguido de un oprobio inimaginable para estos tiempos. Una injusticia de la que poco se habla, donde Méndez Avellaneda hace una invitación justa y necesaria: requiriendo a las autoridades el retiro de la imagen del dictador Juan M. Rosas de los despachos oficiales por haber sido condenado por la justicia Argentina por femicida e infanticida.
Una necrológica que mira al pasado, e ilumina el presente, en forma clarividente.
Desde esta columna agradeceremos al orden alfabético, al responsable de la sección necrológica de La Nación, a Josecito y María Luisa Bemberg por sus trayectorias, y a Juan María Méndez Avellaneda, por tan oportuna invitación.
¿Será justicia?